miércoles, 21 de diciembre de 2011

Dos dedos de frente para entender que no es culpa del modelo (Publicado por El Mostrador)


Hace algunas semanas, un periodista cuestionaba el modelo económico porque “si no hay Sernac, si no hay FNE (los empresarios) se afilan a todo el mundo”. Entusiasta, creía haber descubierto el argumento que faltaba para demostrar lo equivocados que están quienes aún creen en él. Unos días después, el director de El País decía en una entrevista que “lo que ha pasado en Europa tiene que ver con la crisis global del capitalismo”. Y en la calle, el ciudadano promedio no se cansa de manifestar su indignación a causa de un modelo que, a su juicio, “ya no da para más”.

Y no es que quiera ser incisiva, pero me pregunto ¿Cuál sería la alternativa?

Porque dos dedos de frente bastan para entender que un sistema económico no es un camino de virtud, sino simplemente una forma de hacer que las cosas funcionen en un ámbito bastante acotado, el de la economía. Funcionalidad que no excluye la posibilidad del abuso sino que simplemente la acota. Si alguna vez hubo quien pensara lo contrario, ése no debe haber sido un capitalista sino simplemente un estúpido.

Dos dedos de frente son suficientes también para entender que el lucro, la ambición (o como se le llame al motor de la economía), no es un deseo que el capitalismo promueva de manera artificial… como tampoco un impulso que pueda desaparecer bajo un sistema distinto. Ni siquiera una sociedad como Corea del Norte que hoy llora (a tarea) a Kim Yong Il, puede exterminar por la voluntad de la ley el ánimo de hacerse dueño del producto de su trabajo. Se trata de un deseo humano inevitable ¿Bueno o malo? En principio neutro, y me pregunto si contar con él no es la mejor manera de evitar sus desbordes. Porque es el mercado el que tiende a reducir el lucro o las utilidades a cero y no la ley, como contrariamente piensan los detractores del modelo.

Con dos dedos de frente alcanza también para entender que esa sospecha de que es objeto el hombre cuando emprende, debería recaer también sobre él cuando regula. Pensar en la libertad para emprender como la causa del mal y en la regulación como camino a la salvación es tan ridículo como creer que en un área el hombre está libre de pecado y en otra no. Tan absurdo como creer que ciertas actitudes morales pueden conseguirse con ingenierías sociales.

Porque la colusión de las farmacias no hubiera sido posible si no fuera porque la regulación que existe impone tal cantidad de requisitos para tener una, que solo las grandes cadenas podían sobrevivir a ellas ¿O cree usted que es gratis tener un químico farmacéutico de planta, o una farmacia obligada a cumplir con turnos nocturnos?

Y el cartel de los pollos no se hubiera constituido si la normativa sanitaria que hay en Chile no le impidiera a usted comprar un pollo en la feria. Y hace tiempo ya que estaríamos comiendo pollos argentinos (bastantes buenos y baratos), si no fuera porque alguien decidió proteger el mercado nacional y castigar al otro para que los precios fueran equivalentes.

Ningún partidario del libre mercado es contrario a la ‘regulación’ (o a la ley), pero hoy esta palabra tiene tanto prestigio como mala fama tiene el concepto de ‘mercado’. Y ese prestigio de uno a costa del otro es el que ha permitido que pocos hayan notado que la ley y la regulación han sido- en la práctica- los grandes responsables de lo que ocurre. Porque en los hechos, la regulación ha sido el resultado de una colusión entre la gran empresa y los políticos de turno.

Con dos dedos de frente y con partidarios del modelo que no fueran al mismo tiempo más partidarios de sus propios intereses, el modelo no tendría tantos detractores…

viernes, 9 de diciembre de 2011

Las ideas de izquierda no funcionan, pero pucha que son lindas (Publicado por El Mostrador)

No hay evidencia fáctica para decir que las ideas de izquierda no funcionan. Que los intentos fallidos por llevarlas a la práctica sean incontables sólo demuestra que los errores han sido de usuario y no de método. Por eso no hay Cuba ni Venezuela; no hay Francia, Grecia, Italia y mucho menos España, que sean suficientes como para demostrarlo.

Buscar literatura que lo acredite tampoco tiene sentido. A diferencia del momio, el zurdo es un hombre de convicciones supra-racionales a las que llegó después de leer todos ¡absolutamente todos! los libros equivocados (quizá por eso lo suyo no sea la realidad, sino la utopía).

Sería fantástico- piensa- “que todo sea como está mandado y que no mande nadie”; o “que no hubiese nada urgente”; “cobrar en especies y sentirse bien tratado”; “mearse de la risa”; “poder ir distraído sin correr peligro”; “que se instalara en mi barrio el paraíso terrenal” y “encontrarse como en casa en cualquier sitio”. Sería fantástico- piensa el zurdo- mientras pasa del condicional a creerlo francamente posible.

No hay evidencia de que las ideas de izquierda no funcionen pero eso es natural porque sus verdades son religiosas. Y en comparación con sus promesas, las del Bautismo resultan bastante modestas, porque a diferencia del Sacramento, la ideología garantiza resultados. Una sociedad perfecta y un hombre bueno, un mundo mejor (solo para empezar). Todo, haciendo cambios estructurales que nada tienen de personales porque “se habla mucho de derechos humanos y poco de deberes humanos”.

¡Una eternidad sería poco para esperar a verlas hechas realidad!

Quizá porque ignoran las leyes físicas de la conducta humana (pequeño error del sistema que se resuelve con leyes y regulaciones que van al infinito), o quizá porque en el plano de la praxis no cuentan con el dato del pecado original, pero las ideas de izquierda no funcionan.

Repítalo muchas veces. Escríbalo si hace falta. 100, 1.000, 10.000 veces. Y luego, busque una mejor manera de resolver los males sociales, porque “Believe me. No ser idealista a los 20, es no tener corazón. Seguir siéndolo a los 40, es no tener cabeza”. 

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fernando Barros o el último de los mohicanos (publicado por El Mostrador)

Oí la exposición de Fernando Barros en la Enade y unos días después la leí con atención. No sé si fue por lo que dijo o por encontrar a quien se atreviera a hacerlo, pero hubiera aplaudido eufórica si no me quedara todavía algo de pudor. Después de veinte años de socialismo a la vena y de dos con un Gobierno de identidad desconocida, oír un discurso de derecha es saludable.

Descubrir que existe uno capaz de referirse al pasado con gratitud y sin complejo, y que no cae en la trampa de repetir el “nunca más” mientras la izquierda no hace amago de plegarse a la letanía… alivia; más aún cuando gran parte de la derecha acepta impertérrita que se le acuse de legitimar la violencia como método de acción política o de justificar el uso de cualquier medio para conseguir un fin. Barros es de los pocos que todavía exige- como condición mínima del mea culpa- que se haga una lectura justa de la historia y una aplicación imparcial del derecho; y yo, al menos, me pliego a esa exigencia.

Refrescante también fue oír un discurso que tuviera la osadía de no mostrar “empatía” (según crítica hecha por El Mostrador) con el movimiento estudiantil. A diferencia de la mayoría que le concede al movimiento el mérito de “haber puesto el tema de la educación en la agenda”, Barros no tuvo problema en hacer notar que el apellido estudiantil no garantiza que las demandas del movimiento se orienten a conseguir una mejora en la educación. Con claridad y sin eufemismos, hizo notar que tanto en la forma como en el fondo, las peticiones de lo estudiantes apuntan mucho más a un cambio de modelo que a la solución del problema educacional. Y si es un pecado no simpatizar con un movimiento de esa naturaleza, me acuso de haber incurrido en él desde el primer momento.

Con valentía y sin esa tendencia al cálculo tan propia de la derecha, Barros no dudó tampoco en criticar al Gobierno y a ciertos dirigentes políticos por privilegiar “el pragmatismo a la defensa de valores y principios que comparten quienes lo respaldaron para acceder al poder”. El Abogado personal del Presidente dijo- en público- que “en oportunidades nos dan ganas de hacer un test de ADN ideológico a políticos y gobernantes”, expresando así un malestar que compartimos muchos de los que votamos por Piñera.

Tampoco con el empresariado fue condescendiente. Expresiones como: “Qué clase de elite económica y social es aquella que se resiste a asumir sus responsabilidades para con el destino entero de la nación?” no fueron precisamente un piropo. Y el llamado al mundo empresarial, que “tiene la obligación de hacer ver, por ejemplo, el aporte de la empresa a nuestro país, la legitimidad moral de una retribución por el esfuerzo, el derecho a educar a nuestros hijos en establecimientos privados” fue de su parte una invitación a salir de la comodidad y de la indiferencia.

En fin, el discurso de Barros fue un buen discurso, con ideas de derecha pero expresado con el arrojo de la izquierda. Tan bueno, que no quise quedarme a oír el de Piñera para no perder el entusiasmo… 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hinzpeter o de la opinología pagada por el Estado (Publicado por El Mostrador)

Si usted me pregunta cómo calificaría yo la conducta de Hinzpeter en la teleserie mediática que ha protagonizado con el Fiscal Nacional, le diría que ha sido irresponsable… irresponsable a decir basta.

Porque si los Fiscales no hicieron bien su trabajo y dejaron en libertad a una narcotraficante habiendo podido evitarlo; o si los antecedentes y las pruebas disponibles le exigían a la Fiscalía proceder de una forma distinta a la que lo hizo, entonces las declaraciones del Ministro no han hecho más que incrementar la cadena irresponsabilidades.

Y la han incrementado porque- asumo- Hinzpeter no habla a título personal sino en su calidad de funcionario público. Y en su calidad de Ministro del Interior puede, y en realidad debe, llevar el asunto más allá de la opinología.

Irresponsable porque el ejercicio de cualquier función pública en Chile se basa en el principio de responsabilidad. Esto significa que todos los órganos del Estado (en este caso, la Fiscalía) pueden responder administrativa, civil y hasta criminalmente por sus actos. Y si pueden hacerlo, es porque existen los mecanismos legales para hacer valer esas responsabilidades; mecanismos que, evidentemente, están también a disposición del Presidente y de su Ministro del Interior.

Que Hinzpeter se limite, por tanto, a hacer una crítica mediática, que exprese sus opiniones como lo haría yo en el living de mi casa (y, para peor, que el Presidente las avale diciendo que “cumple con su deber”), es una irresponsabilidad que parece orientada a satisfacer la necesidad insaciable de empatía que tiene la ciudadanía; necesidad que por momentos da la impresión es prioritaria para el Gobierno.

Irresponsabilidad, pero que va mucho más allá de la omisión, porque el Ministro no sólo dejó de hacer lo que debía en caso de estar disconforme con la decisión de la Fiscalía, sino que contribuyó a debilitar aún más la ya famosa y manoseada institucionalidad.

El espectáculo de ver al Ministro del Interior jugando volleyball con el Fiscal Nacional ha sido vergonzoso. Hinzpeter no puede decir que “la pega no es solo nuestra: los jueces y los fiscales también son parte del sistema y muchas veces vemos errores que no comprendo”; y no puede simplemente porque no es un espectador pasivo del partido. Y el Fiscal tampoco puede responder que el “Jefe de Gabinete no puede pautear a otros órganos del Estado”, porque de haber algún error, la separación de los poderes del Estado no se traduce en nada parecido a un fuero.

Vergonzoso e irresponsable espectáculo protagonizado además por dos personas que- se supone- saben lo que es el Estado de Derecho y son capaces de medir las consecuencias que tiene banalizar los cauces institucionales.

Vergonzoso e irresponsable espectáculo cuando, para empeorar las cosas, a la guerra de declaraciones se suma la propuesta de elegir fiscales por votación popular.

Vergonzoso e irresponsable espectáculo que no sé si explicar por la mala fe o la falta de inteligencia.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Fui partidaria de Pinochet ¡Y qué! (Publicado por El Mostrador)

Probablemente usted se escandalice si le digo que fui partidaria del Gobierno Militar y le cuento que el día en que Pinochet volvió de Londres yo estaba en el aeropuerto de Santiago pronta a recibirlo.

Quizá alberga en su interior la esperanza de que ésta no haya sido más que una forma provocadora de comenzar mi columna y espera dé un giro y se transforme en una diatriba contra los abusos que se cometieron durante esa época, o contra los fraudes económicos que se le imputan al General.

Si ésas fueran sus expectativas y usted tuviera poca tolerancia a la frustración, le recomiendo entonces que suspenda de inmediato la lectura de esta columna.

Porque yo no puedo dejar de pensar que los militares reciben formación…militar. Y preparados como están para la guerra, poner en sus manos el poder ejecutivo es un riesgo evidente y perfectamente previsible (salvo para un democratacristiano, claro está).

Es un riesgo y por eso se toma en circunstancias bien determinadas y por lo general, bastantes graves. Usted comprenderá que la ciudadanía no clama por Golpe de Estado cuando todo está en orden o cuando, simplemente, no se siente a gusto con el gobierno de turno. Y una razón que se me ocurre para decir que las circunstancias del año 1973 lo ameritaban es que hubo políticos que apoyaron el Golpe. Asumo usted no será tan ingenuo de pensar que fue solo porque repentinamente experimentaron deseos irresistibles de perder poder…

Chile estaba bajo amenaza. La situación interna era caótica y los antecedentes mundiales daban pié para pensar que los peligros asociados a esa situación eran serios. Si éstos se sobredimensionaron o si la reacción que hubo frente a ellos fue desproporcionada, es algo que me parece perfectamente discutible; pero de ahí a tomar una parte de la historia y a presentarla como una especie de efecto sin causa, hay una diferencia radical.

Permítame decirle, por tanto, que no acepto me llame cómplice de asesinato o partidaria de la tortura (como lo ha hecho con Labbe) sólo porque tengo una interpretación de la historia distinta a la suya. Yo parto de la base de que usted es- como yo- contrario a toda forma de violencia y que condena también cualquier violación a la dignidad de la persona.  Y le pido que por elegancia, tenga la amabilidad de hacer lo mismo conmigo y con aquellos a los que se ha dedicado a denostar el último tiempo.

Permítame recordarle también que la responsabilidad es una cuestión personal y que lo que haya hecho tal o cual persona durante esos años no es algo que involucre a todo el sector que fue partidario de ese régimen y ni siquiera a todo el Gobierno.

Porque si usted no contribuye a sacar de sus esquemas mentales la visión maniquea del mundo, e insiste en la idea de que usted bueno y yo mala, me obligará a dudar de su buena fe y lo que es peor, hasta de su inteligencia…

miércoles, 9 de noviembre de 2011

No más impuestos (Publicado por El Mostrador)

Hasta el día de hoy usted no ha firmado documento alguno que le otorgue al Estado facultades para despojarlo de lo que le pertenece. Aún así es impelido por la fuerza a pagar impuestos, y bastaría con que dejara de hacerlo para que se diera cuenta de que habla de manera algo impropia cuando dice micasa, mi  auto o mí mismo (porque usted trabaja para el Fisco varios meses del año, se lo garantizo).

Si además es de los que puede prescindir de los servicios públicos que son relevantes en el presupuesto familiar- como la educación, la salud o el transporte- su carga impositiva es doble y paga por prestaciones que no recibe sin derecho alguno a devolución (y no intente conseguirla, porque  sus demandas no recibirán el título de ciudadanas).

Hasta ahora el Estado no ha tenido tampoco la gentileza de reconocer- si tiene hijos- que usted ha hecho un aporte significativo a la patria con el nacimiento de futuros contribuyentes. Por esa sola razón usted podría legítimamente pedir un trato preferente de parte del SII, pero la verdad es que en Chile los hijos son penas desde el punto de vista impositivo.

Quizá éstas y otras consideraciones le llevan a usted a pensar que los impuestos son la forma que encontró el Estado para despojarlo, pero debo decirle que se equivoca. Pagar impuestos es un deber, un deber que la izquierda justifica con los peores argumentos posibles, pero que no deja por eso de serlo.

Porque cuando el cobro de impuestos se defiende (como lo hace la izquierda) desde el concepto de redistribución, lo que se pone en tela de juicio es el derecho de propiedad; y dado que los derechos proliferan ahora en tierra fértil, asumo será posible admitir que éste es también uno de los que se debe custodiar. Desde la idea de que el Estado puede expropiar a unos para favorecer a otros (o sea, redistribuir), los impuestos no serían más que un robo institucionalizado.

¡Para qué decir cuando los que defienden a brazo partido el carácter subjetivo de la moral, hacen una apología cuasi religiosa de los impuestos! (remítase a la columna dominical de Peña). Ni la filantropía ni la generosidad son argumentos posibles para justificar la obligación de pagarlos. Entre otras cosas, porque el acto generoso o filantrópico es esencialmente libre. Y es que a diferencia del pseudo-liberal, el conservador es tan consciente de su obligación de dar más si tiene más, como de la prohibición que tiene de imponerle a otro que haga lo mismo por la fuerza.

Pagar impuestos es un deber, es cierto, pero no por las razones que ofrece la izquierda, sino simplemente como una forma de retribución a los beneficios innegables e intangibles que ofrece la vida en sociedad. En el fondo, es el precio a pagar por vivir en un lugar más hospitalario que la jungla.

Negarlo es defender el supuesto pueril de que todo lo que uno es, se lo debe a sí mismo. El orden jurídico institucional y social, el idioma, la cultura, contribuyen al desarrollo de una persona tanto como su propio esfuerzo y lo dejan (lamentable, pero así es) en la amarga condición de deudor: es decir, de contribuyente.

Pagar impuestos es un deber, lo concedo, pero dejemos la hipocresía de defenderlos desde una moralina de quinta categoría.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El cuoteo feminista (publicado por El Mostrador)


Hace dos años tomé la decisión de escribir. No fue solo por narcisismo sino también por la convicción de que el pensamiento conservador estaba poco y mal representado en los medios de comunicación. Y aunque no me atrevería a decir que en la práctica lo he hecho mejor que mis amigos, puedo asegurar que eso es lo que pienso en el fondo de mi alma.

El camino no ha sido fácil porque a pesar de que tengo la costumbre de ponerlo todo por escrito desde mi más tierna infancia, el tono de una columna no tiene nada que ver con el que se usa para escribir un diario de vida, una carta de amor o una tesis de doctorado.

Como sea, la necesidad de sentirme interpretada ¡representada! me llevó a poner todo el esfuerzo posible por conseguir que algún medio de comunicación me diera un cupo ¿Cómo lo hice? Muy simple. Me puse a escribir y, semana a semana, le mandaba mis textos a un editor que de vez en cuando tenía la amabilidad de responderme: “No, muchas gracias”.

Fue entonces cuando caí en la cuenta de que mi talento no era tan evidente a los ojos de los demás como a los míos propios y decidí agregar a mis envíos semanales una buena dosis de insistencia. Por mi talento o por el cansancio del editor, acabaría consiguiendo lo que quería.

Como mi sentido de la moral es laxo, también hubiera estado dispuesta a usar influencias de haberlas tenido, pero el mundo de los medios era desconocido para mí y definitivamente ésa no era una opción.

Pese a todo, hay algo que no habría estado dispuesta a hacer. No porque sea buena sino simplemente porque me tengo en una alta consideración. ¿Qué? Justamente eso que hizo ayer Comunidad Mujer en el Mercurio: demostrar inferioridad tratando de entrar a algún lugar por la puerta trasera…

Si las feministas consideran imprescindible que la mujer esté representada en el ámbito público y tienen devaluada la importancia de su contribución en el ámbito íntimo, muy bien… lo respeto. Pero entonces, que compitan.

Que compitan y no pidan que la feminidad se considere como una especie de minusvalía que merece trato preferente y discriminatorio ¡No sea que la sociedad piense ésa es la única forma que tenemos las mujeres de conseguir las cosas! Y si van a condenar el cuoteo, que no lo hagan para pedirlo en su propio beneficio ¡No sea que la sociedad crea que no tenemos habilidades argumentativas!

Si alguien piensa que las mujeres estamos en situación de desventaja o que vivimos bajo la opresión del macho alfa, no me importa. No me importa siempre y cuando las que viven bajo esa idea fantasiosa no traten de resolverlo a costa de hacer evidente nuestra inferioridad.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Mi nuevo superhéroe (Publicado por El Mostrador)

Si hasta hoy nuestro personaje típico fue el roto chileno, informo que llegó la hora de aggiornarse porque acaba de irrumpir en la escena pública una figura que representa mucho mejor al chileno 2.0: se trata del “ciudadano”. ¡Ya era hora! Apareció hace 200 años en la Revolución Francesa  y por fin llega desde París para hacer rodar algunas cabezas.

Si tuviera que describirlo, diría que el “ciudadano” es un individuo modesto: si usted le pregunta a quién representa, dirá que a la ‘ciudadanía’. Él no es como el político que habla a nombre de un distrito o de un conglomerado ¡No! él representa a unos 17 millones de chilenos ¿Quién lo eligió? La calle ¿Cuánto dura su mandato? Lo que demore la lucha.

El “ciudadano” sabe que sobre sus espaldas carga con el peso de esta responsabilidad y por eso se impone el grave deber de ejercer la vocería de las “demandas ciudadanas”; y exige ellas sean satisfechas con más vehemencia de la que la que usó aquel consumidor que llegó a mala hora a pedir su ‘cuarto de libra’.

A diferencia del político, que vive a costa de nuestros impuestos y se debe a sus electores, el “ciudadano” es un hombre libre. Quien lo mantiene es una ONG, una universidad ‘sin fines de lucro’ o un grupo acotado de señores, tan interesados como él en el bien de la humanidad. Su probidad queda así fuera de toda duda.

Eso explica que de vez en cuando, el “ciudadano” pueda hacer de activista de causas bien distintas. Como Rendón, que pasó de amante de la naturaleza a Quijote de la educación. Esa libertad es también la que le permite hacer un meeting de ocho horas en el Congreso, o pasear por la Alameda de las Delicias (como antiguamente hacían nuestros antepasados), mientras todo el resto de la ciudadanía trabaja. Quizá por eso Walker se vio obligado a recordarle a Girardi que él “no es el Presidente de una ONG”, como para que Guido entienda que no puede darse aires de gran señor (de “ciudadano”) mientras sea sólo Senador.

El “ciudadano” es un demócrata, un republicano de tomo y lomo. Y desde su indiscutible superioridad intelectual y moral, es capaz interpretar las  necesidades y el sentir de la ciudadanía con una clarividencia que sorprende. Sin ese testimonio ¡cuántos de nosotros viviríamos aún en las tinieblas del error!

Lo suyo no son las ideas, el “ciudadano” es ante todo un romántico; y si viola la ley es sólo porque la nobleza de su causa lo justifica. El “ciudadano” está ¿cómo decirlo? más allá del bien y del mal. En nombre de la institucionalidad lucha contra quienes la han prostituido y si de pasadita hace lo mismo, es solo por razones procedimentales.

Como todo profeta, es incomprendido en su propia tierra. El Gobierno se le muestra intransigente y la sociedad esquiva, cuando sus ideas no parecen viables desde la lógica perversa del mercado. Aún así, el “ciudadano” no titubea: sabe a ciencia cierta que a diferencia del resto, él es bueno y que la pureza de sus intenciones es incuestionable. Mónica González encarna a la perfección este rasgo del “ciudadano”, cuando predica los domingos en Estado Nacional con ese aire de madre superiora que sería tan inspirador… si Cipper no fuera de Saieh.

Por momentos, la vida del “ciudadano” adquiere también ribetes épicos, como cuando es víctima de actos represivos por parte de carabineros. Su enemigo letal es el guanaco y su holocausto, las dos horas que pasa detenido en la Comisaría. Pero en su defensa, nunca falta la presencia de otro “ciudadano”, de una ONG distinta (que lleva en su nombre la sigla DDHH) que acredita nuestro héroe ha sido víctima de tortura.

Dentro de las virtudes del “ciudadano” está también la flexibilidad. Como Lamarca, puede hablar a título de empresario aunque no lo sea. O como Mery, puede pasar de socialista furioso a defensor público de invitaciones como las que Fra Fra le hizo a nuestros hermanos paraguayos. En fin, el “ciudadano” tiene sus principios pero si usted tiene otros, puede cambiarlos.

Claramente, el “ciudadano” es un ser superior, un hombre cuya profundidad y altruismo no puede ser sometido a elección popular, porque en su profunda ignorancia, la ciudadanía real podría cometer el error garrafal de no elegirlo.

Por eso y para siempre, la vocación del “ciudadano” es la del perpetuo iluminado.

miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Cuánto paga usted por no ser clasista? (Publicado por El Mostrador)

Quizá usted sea, como yo, de los que detesta la segregación y de los que no se siente a gusto en ambientillos como el que hay en el Club de Golf o en la playa de Zapallar. Si ese sentimiento es genuino, asumo que tampoco le agrada Tunquén, el Liguria o Cachagua. Venga de donde venga, el olor a exclusivo le resulta repugnante.

Quizá también es de los que piensa que la sociedad chilena es una sociedad de herederos y se da cuenta, con toda razón, de que la clave para resolver ese problema está en la educación.

El hecho es que si la educación pública es gratuita ¡y de calidad! las posibilidades de recambio en los círculos del poder serán mucho mayores y la herencia pesará menos que el mérito. El punto es el precio que una sociedad está dispuesta a pagar por tener un país menos clasista.

Porque en términos prácticos, eso obligaría al Estado de Chile a invertir mucho más de lo que invierte en la educación de cada niño (cosa que Gonzalo Vial dijo por muchos años); pero algunos creen que le exigiría también suprimir por completo la figura del copago. Porque como están las cosas hoy, los que no pueden pagar nada están con los que se encuentran en la misma situación. Y los que pueden pagar un poco están con sus pares socioeconómicos. O sea, tenemos un modelo de segregación perfecto: clase alta en colegios particulares, clase media en particulares subvencionados y los altamente vulnerables, en el sector público ¡Clasismo puro y promovido desde el sistema!

Eliminar el copago, en cambio, sería una buena forma de que niños vulnerables se integraran con niños de clase media y mejoraría quizá la situación de los más desfavorecidos. Suena bien, hasta que uno se pregunta si es justo que usted y yo podamos elegir el ambiente que queremos para nuestros hijos (en caso de que la educación pública sea reguleque), mientras a la clase media se le prohíbe hacer lo mismo. Me pregunto, en el fondo, si es moralmente aceptable hacer ingenierías sociales que no lo afectan a uno y si ésa no es también una forma de clasismo.

Porque seamos francos: cuando hablamos de niños en situación de vulnerabilidad no estamos hablando solo de pobreza; muchas veces eso incluye drogadicción, delincuencia y familias desintegradas, males sociales que todos quisiéramos remediar pero que ninguno resolvería a costa de los propios hijos ¿O cree que es casualidad que ningún diputado, senador ni experto en políticas públicas tenga a los suyos en colegios municipales?

Quizá usted quiera llegar más lejos y sea partidario de integrar no solo en los colegios públicos sino también en los particulares. Lo comprendo: usted es de los que cree que la integración no es solo el resultado de una buena educación, sino algo que la constituye.

De acuerdo, pero me pregunto si esa idea (que comparto hasta cierto punto) puede pasar por sobre su derecho a pagar más por un colegio bilingüe, aunque eso ponga a sus hijos en una condición mejorada respecto de los míos. O por sobre el mío de educar a mis hijos conforme a mi fe.

En fin, me pregunto si usted que se llama libertario, liberal, progresista o social demócrata, no está pretendiendo desde la ingeniería social imponer un modelo de integración que pasa por sobre cualquier diferencia posible.

Me pregunto también si usted está dispuesto (para ser consecuente, digo…) a prohibir los preuniversitarios, las clases particulares y la lectura en familia; y si tiene presente que la herencia genética también distingue. Si se da cuenta, en definitiva, de que su ideología basada en prohibiciones nivela siempre hacia abajo.  

¿Usted detesta la segregación exclusivista? Yo también, pero dígame entonces si su solución apunta a incentivar la integración o a prohibir la segregación, porque desde mi punto de vista el clasismo es un problema muy complejo y no lo resuelve la gratuidad.

La libertad fue, es y será siempre fuente de desigualdad. Si usted cree tener el remedio, por favor que sea uno que usted esté dispuesto a ser el primero en tomar.

miércoles, 12 de octubre de 2011

No saben de educación ni les interesa (Publicado por El Mostrador)

No saben de educación, no les interesa y ni siquiera les concedo el mérito de haber puesto el tema en la agenda. Es que de estudiantil el movimiento tiene bien poco, como bien poco tienen sus líderes de estudiantes. Un movimiento político liderado por activistas: eso ha sido el movimiento estudiantil y eso explica que después de 6 meses, sus balas hayan apuntado a cualquier blanco menos al de la educación.

Primero fue el lucro y con él la crítica a la pretensión de transformar un modelo económico en un modelo social. Y aunque yo comparta esa crítica (y crea que efectivamente éste es un problema), cuestiono que un tema de fondo se haya reducido finalmente a las tasas usureras de la banca y a la falta de seriedad de algunas instituciones.

Como cuestiono también que lo poco que se podía decir sobre el lucro y la educación no se haya dicho: la excelencia se da en instituciones sin fines de lucro (confesionales incluidas). Y no se dijo porque eso obligaba a reconocer méritos de universidades como la Católica y la los Andes, méritos que pueden ser objetivos en materia de educación pero contrarios a la ideología del movimiento.

Inmediatamente después del lucro, el tema de turno fue el de la educación pública; y a propósito de ella, una diatriba contra las instituciones privadas. Diatriba que, por supuesto, ningún mérito les concedió a esas instituciones aunque muchas de ellas tuvieran cierta excelencia y aunque hubieran hecho una contribución social objetiva.

Hasta el cansancio los hemos oído hablar de la educación pública, pero no han tenido la amabilidad de referirse, ni una sola vez, a los fundamentos, la necesidad y la importancia de que exista. Mucho menos aún han hablado de repensar al ciudadano para establecer desde ahí un modelo educativo ¡Es que los temas de fondo han estado siempre fuera del debate! (pese a que minutos de prensa no les han faltado).

Finalmente, han insistido en la gratuidad. Gratuidad universal pero que podría ser otorgada solo por instituciones públicas. Es decir, orientada no a la justicia social ni a la igualdad de oportunidades, sino a hacer ingenierías sociales destinadas a resolver el tema de la segregación ¿Cómo? Promoviendo artificialmente que ricos y pobres se encuentren.

Obviamente, nada han dicho sobre la evidencia de que la integración es el resultado natural de la educación (y no al revés). Muchos menos han aceptado que la realidad demuestra que la integración es algo gradual y que no resulta a la fuerza.

El movimiento estudiantil ha sido, en suma, un movimiento político liderado por activistas que le dan algo de razón a Marx cuando dice que “el motor de la historia es la lucha de clases”. Y como es político, no ha tenido reparos en disfrazar sus demandas con aires ciudadanos, mientras lo que está en el fondo no es más que una ideología de ultraizquierda que no representa nuestra idiosincrasia. Aspiran a una sociedad sin clases ¿quién no? pero para conseguirlo no trepidan en arrasar con lo que sea. La libertad, la diferencia, los méritos, todo se subordina a la igualdad impuesta desde el sistema.

No es casualidad entonces que el movimiento estudiantil no haya dicho nada sobre los estudiantes y haya creado la falsa ilusión de que una buena educación depende fundamentalmente de las políticas públicas. Como tampoco es obra del azar que dentro de sus aliados estén los que han sido parte importante del problema, los profesores. Sobre la familia, han guardado riguroso silencio ¡No sea que hubiera que llegar a decir cosas incómodas: la importancia de la presencia del padre y de la madre, de la disciplina, de la lectura y de la sobredosis de pantalla que tienen los niños! Es que eso no le interesa a la ideología de izquierda.

En fin, no saben de educación, no les interesa y hasta ahora ni siquiera les concedo el mérito de haber puesto el tema sobre la mesa. ¿De qué han hablado? De plata y de clases sociales… ¿estudiantes? ¿políticos? ¡nuevos ricos parecen!

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Está seguro de que quiere educación gratuita? (Publicado por El Mostrador)


Quizá sería bueno- o al menos útil- que usted supiera bien lo que pide cuando dice que quiere educación universitaria gratuita. Me temo que si lo supiera, no sería tan entusiasta…

Usted piensa- hasta donde alcanzo a entender- que lo justo es que todos los chilenos hagamos una vaca (algo así como un fondo solidario) para educar a nuestros hijos. La gran pregunta, la pregunta cliché, es de dónde sale esa plata. Porque si hoy la mayoría de las familias no alcanza a pagar de modo directo la educación de los hijos, es bien complicado que haciendo un fondo común se logre recaudar lo necesario. Cuando a uno no le alcanza para algo, aunar fuerzas puede ser útil pero el adicional que se consigue con el esfuerzo común no alcanza a ser milagroso.

Mi perspicacia me induce a pensar que a mi objeción, usted dirá que el blanco de Impuestos Internos deben ser las grandes empresas ¡los ricos! Y aunque comprenda esa tendencia suya, hay que tener presente que el equilibrio es complicado. Si usted le hace pagar a ese gremio mucho más de lo que paga hoy,  esa carga impositiva se puede transformar en un desincentivo para generar riqueza y las cosas pueden quedar peor de lo que están.

No es que yo quiera proteger a los empresarios; o mejor, no es que quiera protegerlos por la razón que usted imagina. Solo hago un esfuerzo pedagógico para que usted entienda algo simple ¿Qué pasaría si usted asume el costo humano y el riesgo económico que tiene emprender, para ganar lo mismo que si pone su plata en un depósito a plazo? Me temo que se sentiría desmotivado. Quizá me equivoque y usted sea un filántropo de esos que yo no he tenido el gusto de conocer, pero suponer que abundan tipos como usted puede ser poco realista.

¿Qué quiero decir con esto? Que a fin de cuentas, lo que se puede obtener de la recaudación de todos los chilenos es lo que da la medida de la calidad de la educación que tenemos. En otras palabras y dicho de forma conciliadora: tenemos la educación que nos merecemos.

Yo sé que es duro, pero es la verdad. El estado de bienestar (educación universitaria gratuita incluida) es un sueño. Un sueño que para hacerse realidad exige hacer cambios radicales que afectan algo más sensible aún que los impuestos: a nosotros mismos.

Para empezar, obliga a cambiar nuestra cultura del trabajo. Cuando se habla de la productividad, se pone en números la capacidad que tiene cada chileno de producir riqueza; y si esa productividad es baja (como de hecho lo es), estamos mal. No parece justo que usted le pida al Estado de Chile los estándares que tiene Alemania o Finlandia, si el chileno promedio no trabaja como el ciudadano medio de esos países.

Usted no se ilusione, entonces, con la idea de que podrán haber cambios sociales si usted no se allana a empezar por sí mismo. Y no se queje si los políticos no se lo han hecho ver; mal que mal necesitan de su voto y llamarlo flojo puede no ser una buena manera de conseguirlo.

Sepa también usted que la utopía del estado de bienestar requiere de la promoción de virtudes ¿cómo llamarlas? ¡conservadoras! Cumplir con la palabra, pensar la vida en función de la de otros, son disposiciones necesarias para llevar a la práctica esa ilusión. Con una manga de individualistas (que es lo que somos) imposible sacar adelante un proyecto como ése.

Tenga presente también que para que el estado de bienestar sea viable, usted tiene que ponerse a tener hijos. No es agradable decirlo, pero en 30 o 40 años más usted y yo seremos un lastre. Estaremos medio enfermos y produciendo poco ¿Quién va a solventar toda esa mochila, si los perlas ni siquiera fuimos capaces de reponernos? Y aunque los hayamos tenido ¿Quién sabe si no serán a su vez una manga de inútiles que creció bajo el amparo de la certeza de que tendrán, sin esfuerzo, todo lo que necesitan?

¿Usted quiere educación gratuita? Yo también y quizá más que usted (recuerde que tengo 9 hijos), pero olvídese de la gratuidad si hablamos de educación universitaria. Olvídelo porque no está el horno para bollos y lo peor, porque esos pobres que usted imagina quedaron fuera de carrera muchos, pero muchos años antes de entrar a la universidad.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Se pasaron de rotos, chiquillos

Se pasaron de rotos, chiquillos: definitivamente mostraron la hilacha. Y aunque yo pueda comprenderlos (porque pasé 20 años con el adversario en el poder y fue bien desagradable), no puedo justificar papelones como los del Te Deum.
Ese tipo de actitudes me recuerda -qué quieren que les diga- a esos niños que dejan el partido botado cuando van perdiendo porque aceptan jugar en una sola posición ¡la de ganador! Y aunque yo esté acostumbrada a lidiar con esas reacciones, me hacen perder la paciencia cuando vienen de individuos que son mayores de edad.
Se pasaron de rotos y de tontos. Todos sabemos que en política lo que importa es ganar y no competir, pero la experiencia indica que para conseguirlo hay que saber hacer pequeñas pérdidas. El Presidente que tenemos es el mejor ejemplo de lo que digo: ahí lo tienen ocupando la más alta magistratura, sin tener ningún carisma y habiendo sido siempre objeto de sospecha dentro de su propio sector.
Se pasaron de rotos, de tontos y demostraron no tener ningún sentido práctico. Porque si hasta ahora ustedes pudieron usar la palabra democracia como idea madre en sus discursos, con lo que hicieron la semana pasada ese concepto dejó de serles funcional. ¿O alguien podrá creer que le asignan algún valor a ese sistema político si aceptan el juego solo cuando les conviene, o exclusivamente si ocupan dentro de él la posición que les acomoda?
Ahora, si lo que pretendían era desmarcarse de la clase política ¡ya no me quedan adjetivos! y les informo que consiguieron exactamente lo contrario. Tuvieron la oportunidad de mostrar una cara diferente, alegre y festiva. ¿Y qué fue lo que hicieron? Faltaron a un rito republicano sin que la ciudadanía tuviera antecedente alguno como para interpretar ese gesto de manera positiva. Una vez más, demostraron que los políticos operan de acuerdo a una lógica y a una sensibilidad que no corresponde para nada con la del ciudadano de a pié. Volvieron a dar la señal de que los partidos manejan cuestiones de interés privado… el interés de los que tienen el poder en la mano.
Se pasaron nomás, y me pregunto entonces de qué les sirve tener pinta de príncipe si no conocen el ABC de los buenos modales. Y para qué cuidan tanto el look si de elegancia no saben nada.
¡Y no me crean ingenua! No les pido patriotismo ni virtud, tampoco magnanimidad. Simplemente me pregunto por qué no hacen un esfuerzo por cuidar las apariencias, aunque solo sea por un instinto de supervivencia.
En fin, para la próxima me llaman chiquillos y con un par de consejos, hacemos algo para no mostrar la hilacha.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Isapres: ha llegado carta (Publicado por El Mostrador)


Si usted es de los que aborrece a los dueños de las isapres porque ganan plata, no cuente conmigo para atacarlos. Mis afectos hacia los que son capaces de generar riqueza van desde la admiración hasta la envidia, pero no pasan nunca por el desprecio.

No cuente conmigo para atacarlos porque estoy curtida de discursos moralistas. Es fácil hablar de usura y declararse de una honestidad a toda prueba, solo porque circunstancialmente uno se ha especializado en el robo hormiga. Porque yo conozco a uno que pasaba a la tía-abuela por hija suya para que la Isapre le reembolsara la consulta; y a otra que simulaba tener un contrato con su papá por la reguleque suma de un millón (para recibir ese monto durante el embarazo). No nos hagamos los cuchos entonces y dejemos de pedirle a los dueños de las Isapres una moralidad que nosotros no tenemos.

Tampoco exageremos diciendo que el sistema no funciona. Si así fuera no se daría la casualidad de que todos los que podemos, tenemos Isapre; y además seríamos idiotas pagando un servicio privado en lugar usar el público… ése que hasta los socialistas esquivan en caso de poder hacerlo.

No nos hagamos los cuchos pero tampoco los lesos, porque evidentemente hay prácticas de las Isapres que son derechamente abusivas, aún cuando la Ley de Isapres las permita y a pesar de que afiliarse a ellas siga siendo conveniente.

Porque uno podría aceptar que la tasaran en base al sexo y a la edad e incluso podría agradecer que esa tasación aumentara con los años… mal que mal, sería un índice de que uno tiene plusvalía. Pero que después de haber hecho ese cálculo, se le aplique a uno un valor agregado por haber incurrido en un evento llamado enfermedad, no es justo; y no es justo porque ese riesgo ya estaba previsto.

Uno esperaría además que si ése es el criterio, junto con subirle el precio al plan del fulano que salió caro, le devolvieran algo al sutano que gastó cero ¡pero no es así! Molesta entonces el doble estándar. Molesta que cuando la Isapre pierde, el afiliado se tome como caso individual y cuando gana, se considere parte de un saco común. O sea, seguro individual cuando hay que tasar y colectivo al momento de ganar.

Resulta sospechoso además que exista un grupo de abogados que tramita gratis los recursos de protección contra las Isapres. Y lo hacen así porque de los casos que reciben (aproximadamente 250 a la semana), los ganan casi todos. ¿Qué significa eso? Que si usted reclama obtiene lo que pide y es la misma Isapre la que paga las costas del abogado. No hay que ser malpensado entonces para concluir que estas empresas aplican la política del ‘por si pasa’. Y eso molesta pues, como molesta también que el regulador no diga nada (quizá porque quien le paga es nada menos que la Isapre).

Molesta además que por culpa de la ley (o sea, de la regulación existente), las posibilidades de elegir sean nulas. En parte, porque las ‘preexistencias’ lo convierten a uno en un cliente cautivo y en parte también porque entender el plan AZ6000234.B es más complicado que aprender chino mandarín. Sin posibilidad real de cambiar de Isapre y sin información fácil de digerir, es imposible entonces que opere el mercado.  

Por eso, si usted es de los que aborrece a los dueños de las Isapres porque ganan plata, no cuente conmigo para atacarlos. La plata que ganan, las utilidades que tienen, son solo un índice… un índice de que en ese rubro definitivamente hay cualquier cosa, menos competencia.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La muerte hecha espectáculo (Publicado por El Mostrador)

El viernes pasado yo escribía un elogio fúnebre; era una sátira pensada como regalo para un amigo que estaba de cumpleaños. Intempestivamente, alguien me interrumpió para hablarme de un accidente aéreo y de la muerte (altamente probable) de sus pasajeros. Entre ellos dos caras conocidas: la de Camiroaga y la de Cubillos.

Y aunque yo no sea de las que ve a diario el matinal y mucho menos de las que siente que la gente de la tele es parte de su familia, la noticia me estremeció. Mal que mal, la desaparición de los rostros televisivos se da casi siempre de forma paulatina; es la vejez y la moda aquello que suele dejarlos offside y no un accidente brutal como el del viernes. Me estremeció también porque tengo hijos y alcanzo a imaginar lo que sería para mí perder a alguno de esa forma (o lo que significaría para ellos sufrir la muerte de mi marido o la mía).

Me estremeció… hasta que el hecho de dolor comenzó a transformarse en espectáculo televisivo, en una especie de reality del dolor. Un espectáculo que se ofrecía para saciar el apetito voraz de morbo que tienen los televidentes y marcado por la frivolidad. Porque la muerte ¡lamento traerlo a colación! no es una posibilidad remota, algo que quizá podamos evitar en caso de suerte. Tampoco es un punto final que se controla a voluntad, un cerrar el boliche cuando estimamos llegó la hora de hacerlo. No. La muerte es una posibilidad siempre presente y que llega la mayor parte de las veces de manera impertinente e inoportuna.

El hecho es que el espectáculo ha dejado en evidencia (y de ahí mi preocupación), quiénes son hoy los verdaderos referentes del chileno. No es el santo ni el héroe. No es el intelectual, el artista y mucho menos el político. El verdadero referente, el líder de opinión por excelencia, es ¡el rostro! No deja de ser simbólico por eso que fuera justamente un rostro el que debilitara un movimiento que parecía inquebrantable, y el que le diera al Gobierno una victoria parcial. Porque la televisión puede controlar la agenda noticiosa y e instalar verdades oficiales con una facilidad y una eficiencia que ya se quisiera el Gobierno y la Oposición.

El espectáculo también ha hecho patente la función que cumple el rostro en una sociedad con la familia debilitada y en la que los vínculos son cada día más frágiles. Porque eso de que “no sé cómo haré para estar sin él en las mañanas” no lo dice ni su esposa ni su madre, lo dice una mujer que a muchos kilómetros de distancia lo tiene en su pantalla mientras trabaja.

Se equivocan por eso quienes creen que los poderosos son los políticos o los ricos. Lo que hoy da poder, verdadero poder, es tener belleza, simpatía y carisma televisivo. Eso es lo que permite estar en miles de hogares al mismo tiempo, eso es lo que consigue una influencia semejante, si no mayor, a la que puede tener uno en su familia. La televisión ha llegado a ser un verdadero catalizador de las opiniones, de los temas de conversación y de los afectos del chileno… y bueno es tenerlo presente si uno quiere influir.

¿Que soy insensible? Para nada. Me conduelo del dolor que hoy experimentan 21 familias, pero mi primera muestra de compasión y de respeto es decir ¡Basta! 

viernes, 2 de septiembre de 2011

Yo defiendo a Martínez

Yo puedo tener mis diferencias con Martínez pero la nobleza de mi estirpe me obliga a darle la razón cuando la tiene, y esta semana compensó con una frase notable todos los errores que pudo cometer en el pasado. Porque cuando el Monarca de la CUT afirma que “hay profesores de filosofía detrás de toda esta cuestión violenta”, estoy segura de que no estaba pensando en Platón, sino en individuos como el Senador Navarro, como Abimael Guzmán o como yo: todos colegas, por cierto.

Lo que Martínez hace, por tanto, no es poner en entredicho a filósofos como Tomás de Aquino o como Kant, sino a la manga de inútiles que yo integro. Inútiles en primer lugar porque somos incapaces de generar riqueza y porque estamos obligados a profitar de alguno que pueda hacerlo (en mi caso particular, de mi marido; en el de Navarro, no lo sé). Inútiles también porque si fuéramos capaces de contribuir al debate, éste no carecería como lo hace, de todo rigor lógico. Pero no solo inútiles ¡inútiles subversivos! De esos que en palabras del Pseudopresidente de la CUT, “le llenan la cabeza a los cabros de porquería”. Que Navarro no se enoje pues, porque está bien que Martínez diga excepcionalmente la verdad.

Y aunque sean pocos los que lo crean, el dirigente dice la verdad: las ideas ¡la filosofía! termina siempre en la calle y muchas veces, a piedrazo limpio. Desfigurada, transformada en consigna si se quiere, pero llega. Convertida en eslogan e infranqueable al diálogo racional, pero llega. ¿Y quién la lleva a ese lugar? ¡Los profesores de filosofía! ¿Cómo? Prostituyéndola.

Porque cuando el debate público pierde su forma racional: cuando el diálogo y la pregunta son suplantados por la respuesta sabida de antemano, lo que hay es una crisis de las ideas, una deflación de la filosofía. Y lamento decirlo: de ahí al peñascazo hay un paso bien corto.

El conflicto estudiantil es el mejor ejemplo de lo que digo. Un grupo extremo habla desde una ideología inspirada en Marx a quien, obviamente, no ha leído; la masa se compra el discurso de la gratuidad entusiasmada con la promesa de una educación que les abrirá la puerta de entrada a la sociedad de consumo; y el Gobierno responde desde su uniperspectiva técnica. Ninguno manifiesta una apertura real a pensar las cosas desde una consideración más profunda ¿Y por culpa de quién? De la falta de filosofía o de una filosofía clase turista que sirve para lo que sea menos para dar con el fondo de las cosas.

Por eso y haciéndole honor a Martínez, no me queda más que decir que en esta oportunidad el dirigente tiene toda la razón. Y por eso espero agradezca el homenaje que hoy le rindo con algo sencillo ¿Un almuerzo?

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Ignorantes, cobardes o simplemente estúpidos? (Publicado por El Mostrador)

Usted admite que es de derecha pero lo hace con vergüenza. “Es una categoría anacrónica” dice queriendo justificar su pecado o dándose aires de renovado. Y mientras se esconde con timidez y displicencia en sus asuntos privados, la izquierda sale a la calle con banderas y pancartas haciendo gala de su militancia ¡como si realmente tuviera razones para enorgullecerse de ella!

Usted admite que es de derecha, pero piensa y habla en clave socialista. Habla de la educación como un derecho y de la igualdad como un ideal. Y no se da cuenta de que los términos que usa en el debate no son los adecuados para poner en palabras sus ideas. Es de derecha, pero se ha instalado cómodamente en el lenguaje ideologizado de la izquierda y luego no encuentra la forma de superarlo… probablemente porque ni siquiera lo ha notado.

Usted admite que es de derecha pero lo hace con vergüenza. Y yo me pregunto mientras tanto si usted es ignorante, cobarde o simplemente estúpido. Permítame entonces con todo el cariño del mundo, recordarle algunas cosas para que supere su complejo.

En primer lugar debo decirle que las ideas anacrónicas son las de izquierda y no las suyas. No hace falta para demostrarlo que haga referencia a casos extremos como el de Cuba o Venezuela. Basta con que mire lo que ocurre en Europa para entender que el famoso estado de bienestar fracasó. España, Italia, Francia y Grecia son ejemplos elocuentes de lo que digo http://diario.latercera.com/2011/08/21/01/contenido/negocios/27-80872-9-paises-europeos-en-crisis-se-alejan-de-estado-de-bienestar.shtml.

Déjeme decirle además que los países en que usted piensa como contraejemplos, Alemania o Suecia por ejemplo, difieren bastante del nuestro. Para que el estado de bienestar sea algo más que una utopía, se necesita de una productividad mucho mayor que la nuestra y por tanto de una cultura del trabajo que ¡me huele! no tenemos. Y para que sea algo que sostenible en el tiempo, se requiere de una tasa de natalidad muy superior a la nuestra. Habrá que ver si no colapsa también allí donde todavía funciona. ¡Y no me recuerde que en términos de productividad no tengo autoridad moral porque vivo a expensas de mi marido! Yo al menos sé que mi estilo de vida es inviable sin un número considerable de hijos que lo reemplacen a él en caso de viudez. El estado de bienestar es algo que alcanza para pocas generaciones sin un cambio de cultura más o menos potente; y aunque le pese ¡un cambio inclinado hacia lo conservador!

Usted es de derecha, pero concede sin hacer cuestión la proliferación epidémica de los derechos, derechos que en la mentalidad de la izquierda ni siquiera tienen un deber correlativo; y si lo tienen, solo son exigibles a los grandes empresarios, ese grupo endemoniado a los que apuntan la Camila, Gajardo y Martínez con toda su artillería.

Usted es de derecha, pero habla de igualdad; y parece que no supiera que la igualdad no es nada parecido a un valor y que en caso de serlo, la única posibilidad de conseguirlo sería nivelando hacia abajo. Es de derecha, pero no se ha dado la molestia de tomar el diccionario de la RAE para saber que el concepto que usted debería usar es el de equidad, que es algo bien diferente (le dejo la tarea).

Déjeme decirle entonces que si usted admite que es de derecha e incurre en estas contradicciones, es usted un ignorante, un cobarde o simplemente un estúpido. Como sea, después no se queje por favor.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Liberales ¡pidiendo gratuidad! (Publicado por El Mostrador)

Si usted es de los que proclama que la libertad de cada uno termina donde empieza la de otro y piensa que de esa forma defiende de manera irrefutable sus ideas, muy probablemente no se ha dado cuenta de que ese argumento se puede usar para sostener posiciones contrarias a las suyas. Porque cuando usted dice que la libertad de uno termina donde empieza la de otro, alude a un lugar que nadie sabe dónde queda.

Déjeme decirle entonces, amigo liberal, que el principio que usted tiene de mentholatum pesa menos que un paquete de cabritas. Y si usted quiere ir por la vida proclamando derechos individuales, definitivamente tendrá que buscar una manera mejor de justificarlos, no sea que se haga evidente que carece de estructuras mínimas para fundamentar lo que piensa.

Déjeme decirle también que cuando usted adhiere a movimientos  como el estudiantil, pensando que le concede derechos a otros que no merman para nada los suyos,  o esperando ganar una pequeña ventaja, demuestra que tiene una pobre idea de la vida en sociedad. El “no se meta conmigo, que yo no me meto con usted” no alcanza para sustentar una sociedad y la educación que tenemos es un fiel reflejo de eso.

La moral de la tolerancia y de los derechos individuales, que es la que usted promueve, tiene sus ventajas (por de pronto, que no nos matamos a balazos), pero también sus costos. El primero de ellos es que induce a cada cual a vivir con indiferencia respecto del resto.

Esa pretensión suya de instalar un modelo moralmente neutro, donde todo vale siempre que no afecte el metro cuadrado del vecino, donde no hay ni bueno ni malo, ni mejor ni peor, ni verdad ni error, es un modelo que no funciona, porque no consigue la cohesión social que usted reclama.

Hágase cargo entonces, estimado amigo liberal, de las consecuencias que tiene su moral acomodaticia. Hágase cargo y no pretenda después de proclamar que los modelos de vida son indiferentes, que en la sociedad que usted vive impere la justicia, la equidad y toda clase de virtudes. Porque usted ha contribuido en buena parte a aumentar los males sociales que denuncia.

Defienda su idea de que la libertad termina donde empieza la del otro. Defiéndala y practíquela, pero después no pretenda ampararse en las faldas de Papá Estado para que le dé todo lo que no tiene a costa de defender a ultranza su propio espacio de independencia.

¿Desmoralizó su vida? ¿Quiere hacer lo que le plazca sin que intervengan en ella? Muy bien, no pretenda entonces moralizar al Estado. No busque que él supla las falencias que creó su ideología.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Estudiantes, sírvanse tomar asiento y oír (publicado por El Mostrador)


No tienen derecho a voto. No pueden celebrar un contrato. No son jurídicamente responsables de lo que hacen. Son menores de edad. Menores que pueden hacer rodar la cabeza de un Ministro, sugerir cambios a la Constitución y proponer ideas como que los dirigentes vecinales se hagan cargo del Gobierno. Son los secundarios.

No han terminado sus carreras; las congelaron para dedicar su tiempo de estudio al activismo político. No son alumnos de excelencia. No tienen experiencia y mucho menos ciencia en materia de educación, pero la exigen gratuita y de calidad. No saben de economía pero quieren nacionalizar el cobre y tienen certezas al momento de explicar cómo se financia lo que piden. Son los universitarios.

No son interlocutores válidos. O al menos no lo son para nada que trascienda el ámbito del diagnóstico, porque detectar un problema no es lo mismo que poder darle solución.

Cordialmente se les agradece, por tanto, la contribución que han hecho al debate. Si no fuera por ellos, el tema de la educación no estaría en el primer lugar de la agenda. Y si no fuera por ellos, los políticos no le habrían dado prioridad al asunto. Se les agradece su aporte, pero se les invita a tomar palco para oír ahora a los que algo saben de la materia (Waissbluth podría ser uno de ellos, por ejemplo).

Porque si los estudiantes insisten en querer ser protagonistas de la noticia, harán evidente que en Chile la educación no alcanza ni siquiera el primero de sus objetivos: el de hacer consciente al que la recibe de todo lo que ignora. Y si se obstinan en ser ellos los que ponen los términos del debate, será imposible salir de la falsa dicotomía en la que han planteado la discusión.

Porque la cuestión no se decide, como creen ellos, entre lo público y lo privado. Y no se decide porque ni lo uno ni lo otro asegura la calidad. La UTEM es una universidad pública y la Miguel de Cervantes, una privada. Ninguna de las dos, creo, lidera el ranking de la excelencia. La Chile y la Católica, en cambio, ocupan los primeros puestos en ese escalafón y no pertenecen a la misma categoría en ese sentido.

¿Sobre la base de qué evidencia fáctica los estudiantes insisten en asociar lo público a lo de calidad? Sobre la base de un prejuicio antiguo, refutado por la historia y por los datos. El Estado, sea que se piense en el modelo cubano o en el europeo, no ofrece las bondades que la izquierda le atribuye, porque o lo hace abiertamente mal o parece que lo hace bien pero una forma que es insustentable. No es claro entonces que todo el esfuerzo fiscal deba orientarse a lo público, como no es claro que la formación de ciudadanos esté mejor garantizada ahí que en instituciones de índole privada.

O quizá ¡y solo quizá! lo que han querido decir es que la mejor educación no es nunca la que tiene fines de lucro. Pero si han querido decirlo, no han sido capaces de saber cómo y mucho menos de explicar por qué.

La educación universitaria no puede ser de primera calidad si lo que la mueve es el lucro por una razón muy simple: porque si es excelente, es un pésimo negocio. Tener profesores de jornada completa y tenerlos más de la mitad de su tiempo estudiando en una biblioteca para escribir unos papeles que nadie paga y pocos leen, definitivamente no es rentable. No es rentable, pero es requisito sine qua non de una educación universitaria de calidad. De ahí que las mejores universidades sean siempre aquellas que se inspiran en principios que trascienden el lucro. Y este tema, insisto, atraviesa tanto lo público como lo privado.

Que la mejor educación no sea la que tiene fines de lucro no significa tampoco que erradicar el lucro de la educación sea una buena idea. Las universidades privadas, han contribuido también a la movilidad social, porque en materia de educación es mejor algo que nada.

Erradicar el lucro no es la solución. Trasparentarlo sí. Solo de esa forma las instituciones que lo tengan como fin estarán obligadas exhibir, si no excelentes resultados, al menos aceptables. Y si bien se les permitirá hacer de la educación un negocio, se impedirá que hagan de ella un negociado.

Las categorías de público-privado no resuelven el problema que existe. Y la gratuidad tampoco consigue, como se cree, la equidad. Porque lo que mantiene la brecha entre ricos y pobres no es la PSU ni los aranceles de las universidades, sino el abismo que hay entre unos y otros a los 18 años, abismo que a esas alturas ya es insalvable.

Que los estudiantes guarden silencio y que los expertos, por favor, tomen la palabra. 

jueves, 4 de agosto de 2011

Depredadores y parásitos en el Gobierno de Chile (publicado por El Mostrador)


Hace pocas semanas un flamante Ministro de Energía renunciaba tres días después de haber asumido la cartera. Lo hacía porque tenía conflictos de interés entre una posición que tenía en el mundo privado y su nuevo cargo público. Unos días antes, Joaquín Lavín dejaba el Ministerio de Educación por estar bajo sospecha de tener un problema semejante en su calidad de socio de la Universidad del Desarrollo. Fernanda Otero, entretanto, era noticia por asesorar al Presidente en materia de comunicaciones y al mismo tiempo a empresas que negociaban contratos con el Estado.

Y es que la derecha está llena de conflictuados, de personas que vienen del mundo privado y que pasaron, para decirlo en fácil, a estar sentadas a ambos lados de la mesa: a ser regulados y a regular. Conflictuados que, además de posición, tienen un millón de amigos de esos que por la vía de un telefonazo resuelven los problemas que crea la burocracia estatal (burocracia que yo sería la primera en sobrepasar en caso de que pudiera).

Conflictuados los de la derecha…pero también brutos y analfabetos a la hora de entender que cuando uno pasa de ser el patrón del fundo propio al administrador del fundo de otros, hay cosas que no se pueden hacer y hay formas que es obligatorio cuidar. Si alguien entra a un banco con un revólver en la mano, no podrá quejarse luego de estar obligado a dar explicaciones al juez. No podrá quejarse y aducir que su conducta es intachable y mucho menos apelar a sus buenas intenciones: la ética tiene algo que ver con la estética y las apariencias también importan.

Porque cuando se dice que alguien tiene conflictos de interés no se dice que sea corrupto ni malintencionado, ni siquiera que haya hecho algo en concreto; simplemente se señala que no está en condiciones de garantizar la imparcialidad que debe tener quien vela por cuestiones que no son propias. No se trata de no tener intereses en lo que se hace, sino simplemente de no encontrarse en situación de que los propios intereses vayan en desmedro de los de otros. Yo podría, por ejemplo, saber que Echeverría no hará nada en perjuicio de nadie. Lo podría saber porque lo conozco y porque somos parientes, pero los estándares que se piden para la administración pública no pueden estar dados por la pregunta ¿lo conoce o no la Tere? ¿lo aprueba?

La cosa no es tan simple, en todo caso. Porque si nos dejamos llevar por las exigencias que la izquierda pone para ser funcionario público, estaría habilitado para serlo una clase de hombre bastante excepcional. Por de pronto, tendría que haber trabajado solo para el Estado o la política desde que tuvo edad hacerlo. Es decir, no podría haber tocado con sus manos la inmundicia del mundo privado. Y si en algún momento de su vida manifestó interés en algún área, debería constar que ese interés se desplegó en puro servicio social, ofrecido ad honorem por cierto. Para evitar acusaciones de nepotismo o amiguismo, lo ideal sería que fuera hijo único de padres ya muertos y que no tuviera amigos. El funcionario probo por excelencia tendría que ser una especie de franciscano que hasta ahora no tengo el gusto de conocer, no al menos dentro del mundo político.  

Exagero, lo sé…pero los conflictos de interés no son tan invisibles como lo cree la derecha ni tan simples de resolver como le parece a la izquierda. La derecha debe entender que debe someterse a criterios formales, universalmente válidos, y que sobrepasarlos es de por sí cuestionable. La izquierda debe aceptar que vivir la saludable (y desconocida para mí) experiencia de generar riqueza, de alternar entre lo público y lo privado como se hacía en Atenas no es algo que vaya en desmedro de la política, sino que la oxigena, entre otras cosas porque depender desesperadamente del Gobierno o de la elección popular puede llegar a ser el peor de todos los conflictos de interés que tiene un funcionario público o un político.

En fin, la derecha da muestras de no entender lo que es un conflicto de interés. La izquierda de no ser capaz de darle solución. “¡No somos ladrones!” dirán los primeros. “Nuestra trayectoria en el mundo público nos avala”, los segundos. Ninguno entiende, creo yo.

miércoles, 27 de julio de 2011

Fulvio y sus amigas con ventajas (Publicado por El Mostrador)

Disponer de todos los beneficios que ofrece la amistad de una mujer y de todas las prerrogativas de su amor es probablemente una fantasía que muchos hombres acarician en su interior; y como toda fantasía, es imposible de realizar. La amiga con ventaja no será nunca ni una verdadera amiga ni un verdadero amor, y a medio camino entre la amistad y el amor, lo que hay es sólo un juguete sexual que se toma al momento de la necesidad, y se desecha en el de la satisfacción. Puede ser un juguete divertido, pero que dura menos que juguete chino.

Quizá por eso me cueste entender que sea un Senador de la República el que diga abiertamente que entre una amiga con ventaja y una Primera Dama, se queda con la primera. Por más que me alegre descubrir que dentro de las fantasías del Honorable hay también algunas que son masculinas, no deja de preocuparme que quien aspira a ser Presidente diga con desparpajo algo semejante… no deja de preocuparme porque demuestra que hacerlo no tiene ya costos personales, sociales y por ende, tampoco electorales.

Y es que lo que haga Fulvio en las horas que no pasa frente al espejo me importa poco, pero tengo que reprocharle que las cosas que él dice y hace han contribuido con su granito de arena a quitarle al cargo de Presidente la poca solemnidad que le va quedando.

No objeto ¡insisto! lo que haga el Senador en sus horas de tiempo libre y mucho menos que, como me decía un maestro, tenga nombre de proxeneta (no sea que me llamen clasista). Pero me aterra la idea de que el día de mañana cualquier otro Don Juan de macetero se sienta con méritos suficientes como para aspirar a la más alta Magistratura. A fin de cuentas, el que requiere de los servicios de una amiga con ventaja hace un contrato abusivo, y por unos minutos de placer obliga a pagar en carne propia intereses usureros, que bien valdría considerar si no ameritan un desafuero.   

Si además lo dice con descaro en momentos en que todos hablan de un supuesto romance, el desatino raya en la falta de elegancia. Me entran dudas sobre el talento conquistador que explica el 90% de la fama del connotado Senador.

¿Qué en pedir no hay engaño? Puede ser ¿Qué nadie obliga a nadie? También. Pero si alguien puede usar a una mujer ¡que llama amiga! para intereses no del todo altruistas, me pregunto qué hará de las instituciones, del gobierno y en general de cualquier cosa que caiga dentro de su jurisdicción de poder.

Me conformo con que por el momento, y en materias como el aborto, el post natal (y cualquier otro asunto que diga relación con la mujer), el Senador declare de antemano que tiene conflictos de interés.

martes, 26 de julio de 2011

Aviso

Mañana, una columna en honor a Fulvio y a todos los que andan en busca de amigas con ventajas. Publicaré dos versiones: una del Mostrador, más enfocada a lo público, otra más moralizante, pero que no calificaba para ese contexto.