martes, 22 de febrero de 2011

Brevemente, sobre el caso Karadima

No creo que yo tenga mucho que decir respecto del caso de Karadima. Los resultados de la investigación del Vaticano dejan muy poco margen a la especulación. Y si algunos- dentro de los que me incluyo- quisimos pensar que se trataba de una conspiración, hoy no tenemos a qué aferrarnos para sostener esa hipótesis.

Aunque los testimonios que conocí en primera instancia me parecieron creíbles, seguían siendo sólo cuatro testimonios en contraste con un número bastante más significativo de personas que defendían la inocencia de Karadima.

Con el paso del tiempo a estos antecedentes se sumaron muchos otros que acabaron convenciéndome, antes de que se conociera el fallo del Vaticano, de que las acusaciones eran reales. Ya no se trataba de personas abusadas sino de testigos de comportamientos extraños de parte del acusado que no se condecían con la supuesta integridad que se le atribuía. No ha habido en la Iglesia ningún santo que permita complaciente que se lo llame de esa manera y ninguno tampoco que interfiriera en cuestiones opinables en su calidad de formador de personas. El respeto a la libertad de las personas, la obligación de no ejercer ningún tipo de coacción en el interior de ella está en la médula del cristianismo.   

La resistencia a aceptar la verdad, al menos de mi parte, no estuvo dada por el hecho de que el acusado fuera un sacerdote. No hay ninguna razón que justifique pensar que el sacerdocio lo libra a uno de la posibilidad, siempre a la mano, de cometer toda clase de atrocidades. El cristiano que se toma en serio su fe sabe, por experiencia propia, que entre lo que cree y lo que hace hay un abismo y no debería por eso sorprenderse de que ese abismo se dé también en la vida de un sacerdote.

El desconcierto que produjo en mí al menos este caso tuvo que ver con lo que fueron los frutos apostólicos del sacerdote en cuestión. Eso es lo que, en realidad me sorprende y lo que hasta el día de hoy no consigo comprender. 

¿Qué puedo decir frente a eso? Nada. No estoy en condiciones, como decía hace algún tiempo en otra columna, de esbozar una hipótesis y mucho menos de erigirme en intérprete de los designios de Dios. La reflexión acerca de la existencia del mal, como algo perfectamente real y tangible, y de su relación con ciertas patologías psicológicas puede, no obstante, ofrecer una clave interpretativa.

Lo que pasó, pasó y la lección que saco tiene que ver con la importancia de recordar y de tener muy presente que el cristiano es en realidad un seguidor de Cristo y no de tal o cual sacerdote.

No se trata, tampoco, de desestimar la ayuda que pueda ofrecer un guía espiritual, sino simplemente de tener siempre a la vista su condición de intermediario a fin de que sorpresas como las de Karadima no afecten la médula de la propia fe.

En fin, no creo que valga la pena decir mucho más; acerca de la forma en que originalmente se enfrentaron este tipo de denuncias y en que se trató a los acusados cuando ellas se comprobaron, hay poco que agregar. Todo está dicho y en general concuerdo con la mayoría en que hubo una actitud complaciente e irresponsable.


6 comentarios:

  1. Tere,respecto a los frutos de karadima, es un tema que me cuesta entender. Una de mis hijas "dió un año"por los legionarios en medellin ,antes de entrar a la U . La influencia positiva que esto tuvo en su vida,fue notable,y esto le debe haber pasado a muchos seguidores de Maciel.Como dice el dicho:Dios escribe derecho en reglones torcidos.Katy Papic

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  2. Lo que hubiese sido correcto, a mi entender, no era desechar las acusaciones y defender a brazo partido a alguien antes de conocer la plausibilidad de la acusación. Es cierto que en un primer momento las acusaciones aparecieron como algo relativamente extraño: se trataba de actos cometidos hacía mucho tiempo, que se dirigían en contra de una persona respetable en la comunidad. Ello no significaba, en modo alguno, la implausibilidad de las acusaciones, precisamente porque dentro de los antecedentes constaba que el tema se intentó manejar al interior de la iglesia católica.
    Esto era la primera voz de alerta; sin embargo, nuevamente, se hicieron oídos sordos. Si bien, como dicen las Escrituras, los conoceremos por sus frutos, eso tampoco significa que los frutos sean la única consideración relevante. El juicio moral es parcial, sin embargo, parece prudente tener en cuenta todos los antecedentes relevantes a la hora de formar un juicio. No se trata de una especie de positivismo metodológico moral; bien por el contrario, se trata de que la vida ofrece muchos matices y considerar uno solo es impropio para considerar la situación que se juzga.
    En mi contra, puede que no ser partícipe de la iglesia católica me haga ver las cosas de ese modo.

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  3. Ok, estoy de acuerdo. Que de antemano yo admitiera la posibilidad de una conspiración no significa que yo me hubiera atrevido a hacer una defensa cerrada de esa hipótesis. No es casualidad que no me haya referido antes al tema, tiene que ver con una cuestión de mínima prudencia: no dictar uno sentencia (condenatoria o aprobatoria), sin tener todos los antecedentes a la mano.

    Lo único que quise decir es que costó creer que este asunto fuera cierto. Nada más.

    Respecto de los frutos, hay que considerar también que en el plano espiritual, no es tan fácil distinguirlos como en el material. Es decir, que los frutos espirituales no son, como los materiales, perfectamente cuantificables.

    En fin, es lo que puedo decir por ahora

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  4. Me parece que su manera de responder ante el comentario de "Fulano de Tal" nos muestra su poca capacidad de autocrítica. Tal como me lo imagine.

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  5. Me adhiero a la opinión de Javiera. La poca, casi nula, autocrítica de los extremistas creyentes está presente en esta columna. Estas palabras nos demuestra que hay de todo en "la villa del Señor". Tiene derecho a dar su opinión, aunque esta opinión -espero- no represente a la mayoría de las personas que siguen al personaje del Best Sellers "La biblia".

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  6. "El desconcierto que produjo en mí al menos este caso tuvo que ver con lo que fueron los frutos apostólicos del sacerdote en cuestión. Eso es lo que, en realidad me sorprende y lo que hasta el día de hoy no consigo comprender"

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    Cuesta creer que una persona de tan baja condición moral (digámoslo así) pueda producir los frutos que produjo. Yo pienso que la respuesta a ello está en lo que se conoce como “gratia gratis data”, es decir, una gracia que no depende de la condición moral de quien la recibe, y que está ordenada a la estrictamente a la utilidad espiritual de otros.

    Vamos al Evangelio:

    Cristo da gratuitamente a sus discípulos la potestad de expulsar demonios, de curar cualquier enfermedad o dolencia, etc. y de proclamar el Reino de Dios.

    “Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia [....] Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”.
    Mateo 10,1.7-8

    Indudablemente los discípulos de Cristo predicaron, y obraron muchos milagros en su Nombre. Y aquí hay que recordar que entre ellos iba Judas Iscariote, al cual escogió el mismo Maestro a sabiendas de que era un diablo (Jn 6,70).

    ¿Acaso la predicación y los milagros que obró el Señor por medio de Judas Iscariote fueron inválidos, o falsos sencillamente por su condición moral de ladrón y traidor? No. Es que hay que dejar de lado el pelagianismo moderno que nos hace atribuir erróneamente a nuestras propias fuerzas naturales lo que en realidad Dios ha obrado. Hay que abrazar la fe católica que nos enseña que una persona aún privada de gracia santificante, esto es, sin la virtud teologal del amor, y por tanto en pecado mortal aún puede mover montañas con la fe. Esto lo enseña claramente San Pablo en el Himno a la caridad, y -si se quiere- lo recuerda Santo Tomás comentando precisamente la Primera Carta a los Corintios del Apóstol.

    “Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?»”.
    Mateo 7,22

    Se trata precisamente de estas personas, quienes obraron muchos milagros y profetizaron en nombre del Señor, pero privados de la virtud teologal del amor, y que lamentablemente no se convirtieron, a quienes Cristo dirá: “Jamás los conocí” (Mt 7,23). Esto porque la “gratia gratis data” no depende de la condición moral de quien la recibe, ya que está ordenada a la salvación de otros.

    Ahora bien, es cierto que los dones carismáticos se dan comúnmente en los santos. Por ejemplo los fundadores de las distintas congregaciones. Pero eso no tiene por qué ser necesariamente así, puesto que la gracia la envía Dios a quien quiere según su beneplácito, de hecho, nuestro Señor hizo en una ocasión que una burra profetizara.

    A pesar de esto, me siento escandalizado con estas situaciones, pues le hacen un enorme daño a la Iglesia de Cristo. Alimentan las maquinaciones de los medios de comunicación, que tantas veces utilizan el dolor de las víctimas con el solo fin de seguir llenándose los bolsillos a costa de lo que está de moda: enmierdar a la Iglesia.

    Y es que en verdad a mucha gente no le interesan nada las víctimas, sino solamente ver a la Iglesia humillada en los medios. Quieren que pida perdón por un montón de cosas, pero que este perdón sea a través de los medios, sino no vale, pues olvidan que todos los católicos perdimos perdón PÚBLICAMENTE a Dios todos los días durante la Misa.

    Pero bueno, la culpa de todo esto la tienen también todos esos católicos tibios, incluidos miembros del clero, que son incapaces de decir sí cuando es sí, y no cuando es no. Es la actitud cobarde de quien quiere quedar siempre bien con todos, o como se dice popularmente, quedar bien con Dios y con el diablo.

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