Nadie duda del carácter de víctimas de los querellantes en el caso Karadima: ni la justicia, ni la opinión pública, ni la Iglesia; y por eso fue el mismo Vaticano el que emitió un fallo contundente en este caso, análogo al de cualquier tribunal civil. Nadie duda tampoco de que el proceder del Cardenal fue inaceptable: ni católicos, ni ateos ni el mismísimo Errázuriz; y por eso se disculpó por no haber creído el testimonio de las víctimas.
En eso todos estamos de acuerdo, pero el caso está lejos de estar cerrado porque quedan todavía cuestiones importantes que resolver.
La primera de ellas es si el Cardenal fue negligente ante las acusaciones o derechamente, un encubridor de los hechos. A mí me cuesta creer esto último, pero hay derecho a investigarlo; y aunque se tratara sólo de una omisión de deberes, no deja por eso de ser grave dado el tenor de las acusaciones. Lo paradójico es que quien le niega el beneficio de la duda llamándolo de antemano “criminal” es justamente uno que se queja de no haber sido considerado fiable al momento de dar su versión de los hechos.
La segunda cuestión abierta, y la más preocupante, tiene que ver con la posibilidad de que Karadima no sea sólo Karadima. Se trata de una hipótesis fundada, pero como hay contenida en ella una grave acusación, las normas de prudencia al momento de expresarla tienen que ser extremas. Esta fue la precaución que Hamilton no tuvo en el programa Tolerancia Cero, y junto con decir que no tenía pruebas concretas, afirmó que en la Iglesia había muchos obispos homosexuales y abusadores. No se trata de amordazar a nadie ni de cultivar el secretismo, sino simplemente de no acusar directamente sobre la base de especulaciones; razonables, si se quiere, pero especulaciones. Fue eso, justamente, lo que Eichholz le advirtió a Hamilton durante el programa, después de que éste hubiera lanzado ya sus acusaciones.
Como se trata de una víctima, la parcialidad del médico o su ímpetu pueden ser comprensibles; pero cuando la opinión pública hace gala de la misma falta de objetividad, cuando los sacerdotes pasan a ser por definición unos abusadores; cuando un panelista es tildado de gangster porque llama a su invitado a la responsabilidad, cuando hacer cualquier matiz implica estar del lado oscuro de la fuerza… entonces la cosa es seria y preocupa porque excede el ámbito del caso concreto.
Y lo excede porque revela deficiencias serias en materia de debate y demuestra la forma que tiene la opinión pública de enfrentar los temas: o se está a favor de la víctima, o del victimario; o se es inmaculado, o perverso; o es blanco, o negro. El debate se resuelve entonces en dilemas extremos y lo que podría dar origen a una reflexión seria se transforma en una capotera hacia el que es capaz de hacer algún matiz, cosa que es lo mínimo que se le puede pedir al que oficia de analista.
No sé si sea por fanatismo o tontera, por falta de objetividad o abierta odiosidad, pero yo diría que, por lo menos, por tolerancia cero.
Te comenté en twitter mi postura acerca de esto: si bien tienes razón, no es menos cierto que el asunto exige al menos escrutinio público. En mi blog hice un comentario al respecto: http://perpetuamreimemoriam.blogspot.com/2011/03/acallando.html
ResponderEliminarCreo que una cosa son las expresiones de Hamilton, que como víctima pienso que tiene el derecho de manifestarse de forma poco mesurada, incluso en TV. En ese contexto, y no en el de los analistas, se tomó una libertad que personalmente valoro, ya que las verdades no siempre están en el contenido (más bien casi nunca) sino que muchas veces en la forma y la estética. Hamilton hizo oir una verdad propia en horario premium, lo cual siempre es positivo.
ResponderEliminarDesde el análisis pienso que el punto no es este caso particular, sino el encubrimiento histórico y sistemático de la iglesia católica a los delitos cometidos por sus miembros (lo que ha ocurrido en distintas épocas de la historia en diferentes ámbitos). Hay una responsabilidad política de las personas que han ocupado cargos en las jerarquías que no se puede obviar, que en este sentido muchos estaríamos de acuerdo que merece el calificativo de "criminal". En este plano no parece haber, al menos en Chile, un genuino reconocimiento de esta responsabilidad, lo que está provocando una ira generalizada y un alejamiento creciente de la ic. No hay deuda que no se pague.
Yo soy atea, pero considero que la iglesia católica cumple una labor social importante salvo cuando se andan metiendo en la vida sexual y familiar de todo el mundo. Pero de verdad ustedes mismos, con tanto llamado a la "prudencia" la están aniquilando. Abusos sexuales aislados es algo terrible, sin duda, pero no deberían necesariamente arruinar a toda una institución. Encubrir dichos abusos en forma reiterada y sostenida en el tiempo, eso es imperdonable y sin duda muestra una institución corrompida. Dado el lugar que la iglesia católica, para bien o para mal, ocupa en la sociedad, hace que nos involucremos todos.
ResponderEliminarYa fueron demasiado lejos y es muy tarde para pedir objetividad.
TE PASASTE
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