Usted y yo tenemos cosas que
perdonar; en mayor o menor medida, todos hemos sido víctimas de alguna
injusticia. Y aunque el sentido de la elegancia nos impida ir de mártires por
la vida, sabemos que las razones estéticas no alcanzan para desterrar del alma esa
semillita de resentimiento que cada chileno alberga en su corazón.
Por eso, hoy quiero conminarlo a
no perdonar a quienes usted considera sus deudores. A no perdonar nunca y nada,
si el perdón que usted ofrece quedará registrado en actas y lo convertirá en
acreedor perpetuo de quien le ha ofendido. A no perdonar jamás, si su perdón no
va acompañado de una sincera pérdida de memoria…
Porque perdonar y olvidar son en
buena parte lo mismo; con un olvido que no es olvido del agravio (de los que
puede producir un TEC), sino de esa rabiecilla que el agravio dejó en su
corazón. Perdonar ¡perdonar en serio! es una forma sublime de olvido, un acto
de suprema elegancia.
Perdonar algo es también perdonar
a alguien. Trascender el acto para llegar a la persona y, en ese sentido, buscar
razones. Justificar, si quiere. Porque cambiar los afectos nefastos de la rabia
sin ayudarse de la inteligencia es imposible, a menos que usted sea de los que
controla sus afectos a voluntad.
Si usted no sabe perdonar, por
tanto, mi consejo es que no lo haga; porque mucho más noble es su rencor que la
profanación de una realidad sagrada. Sobre todo ahora que se ha vuelto moda exigir
a los demás el reconocimiento de sus errores, mientras se hace caso omiso de
los propios; moda que incluye también interpelar a otros para que hagan una
autocrítica para decir (después de que esa autocrítica se ha producido), que
ella fue del todo ‘insuficiente’. El Museo de la Memoria, el escándalo por las
declaraciones de Aylwin, las críticas a la petición de perdón que hizo Piñera,
demuestran que tengo toda la razón… como siempre.
Por eso insisto, no perdone ni
pida perdón. No caiga en la trampa de falsear el perdón haciendo como si
perdonara cuando no está ni remotamente cercano a hacerlo; tampoco reconozca
culpas que usted no tiene, porque el perdón es por definición un acto personal.
No me perdone ni me pida perdón…
no hasta que los dos nos tomemos en serio este asunto.