martes, 21 de agosto de 2012

Pitronello es un buen niño ¡No quiso asustar a nadie! (Publicado por El Mostrador)


Todos dicen- a propósito del caso Pitronello- que hay que cambiar la ley; yo propongo algo mucho más simple: cambiar a los jueces. Porque uno puede estar de acuerdo en que tipificar una acción tiene sus dificultades; y puede conceder también que hay casos en los que es difícil determinar si una acción concreta cae o no dentro de una acción tipo.

Pero el fallo al que me refiero dice mucho más de la ineptitud de los jueces que de la ambigüedad de una ley. Ineptos, así llamaría yo a quienes no tuvieron capacidad de comprender cuestiones básicas de la teoría de la acción, que eran suficientes para los efectos de fallar con sentido común y en perfecto apego a la ley.

Porque cualquier juez sabe que el acto terrorista no puede calificarse como tal por la simple referencia a la materialidad de la acción. Un artefacto explosivo se puede usar para vulnerar cerraduras, para realizar demoliciones e incluso como medio de trabajo en la minería. La afirmación “Pitronello hizo detonar un artefacto explosivo” no dice, por tanto, nada; ni siquiera es suficiente como para saber si el rebelde sin causa cometió un delito y en ese punto estamos todos de acuerdo.

Cualquier juez sabe también (o debería saber) que las acciones tienen una entidad propia, que tienen cierta independencia respecto de la intención del agente. Si un hombre le da a su mujer con un hacha en la cabeza podrá justificarse (incluso sinceramente), diciendo que su intención no era matarla sino descargar su ira; pero esa intención suya no lo librará ante ningún tribunal de ser condenado por asesinato. No al menos si usa ese argumento en su defensa. La intención del agente no permite obviar la finalidad propia de ciertas acciones: es lo que ocurre en este caso.

Cuando un hombre instala un artefacto explosivo en un lugar público (al que habitualmente acceden civiles) y lo hace a sabiendas de que puede causar daños graves (e incluso la muerte)… cuando un hombre hace eso y explica su acto en términos de ‘protesta social’, y el tribunal no considera que haya méritos para hablar de acto terrorista, uno se preguntan si no coincidieron en la misma esquina una cara de r… y un juez incompetente. Uno se pregunta, también, si el problema tiene que ver solamente con la ambigüedad de la ley o con la incompetencia del juez. Porque una misma acción puede tener más de una intención. Una directa, por ejemplo, y otra indirecta. Que Pitronello quisiera manifestar cierta disconformidad social, que esa fuera su primera intención, no excluye que utilizó métodos para hacerlo que amedrentan. De lo contrario, habría salido a la calle a protestar o, en su defecto, habría mandado una carta al Mercurio para declararse indignado.

En mi opinión, este caso demuestra además una cuestión de fondo más grave, que tiene que ver con la tendencia creciente a crear realidad por la vía del lenguaje. Es lo que se hace cuando se dice que un carabinero ‘reprime’ porque golpea o aprehende al que tira piedras. Es lo que se hace también cuando se afirma que un mapuche ‘exige justicia’ con la quema de fundos o camiones. O cuando se dice que los estudiantes ‘protestan contra el sistema’ cuando destruyen el mobiliario de sus colegios o los transforman en centros de tomatina. No es nada nuevo: la creación de realidad es una práctica ancestral de  la política, lo que preocupa es que los jueces no dispongan de herramientas conceptuales para hacerle frente.

Pitronello es un buen niño. No quiso asustar a nadie y solo infringió la ley de armas; podría haber estado cazando sin los permisos correspondientes y su sanción sería más o menos la misma.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Yo no tengo por qué pagar la educación de su hijo (Publicado por El Mostrador)

Que su hijo tiene derecho a ser educado es algo que yo no cuestiono. Me consta por experiencia que el estado natural de un niño es la barbarie, como me consta también que eso del ‘buen salvaje’ es verdad solo en un cincuenta por ciento. Que su hijo tiene necesidad urgente de ser educado y que eso lo constituye en sujeto de un derecho me parece, por tanto, indiscutible.

Lo que despierta en mí cierta curiosidad es saber si usted considera que su hijo puede reclamar ese derecho ante alguien que no sea usted, y digo ‘alguien’ porque el Estado no genera riqueza; si usted busca financiamiento en las arcas fiscales da por sentado (consciente o inconscientemente) que alguien debe pagar la educación de su hijo en subsidio suyo.

En todo caso, no se inquiete por esta curiosidad mía: la semana pasada el Gobierno presentó un proyecto de reforma tributaria pensado para solventar los gastos de educación de su hijo; y hasta donde sé, nadie ha hecho cuestión del asunto y nadie se atreverá, tampoco, a preguntar públicamente en virtud de qué usted considera que otro ser humano tiene deberes para con su hijo (Deben ser muy pocas las personas que piensan- como yo- que usted es el único verdaderamente obligado por el derecho a la educación que tiene su hijo).

De todas formas, usted no es el único que tiene interés en que su hijo se eduque, porque la educación disminuirá el riesgo de que él se transforme en un delincuente y contribuir a esa causa será una forma de pagar por la propia seguridad. Pero de ahí a que usted pretenda hacerle sentir al mundo que tiene un deber para con su hijo, hay una distancia más o menos importante ¡Para qué decir cuando ese deber lo funda usted en la culpa que tienen algunos de tener más que usted!

Y no me llame egoísta, porque lo que está en juego y lo que yo discuto no es la eventual ayuda que su hijo pueda recibir, sino esa pretensión cuya de hacer pasar esa ayuda por una obligación.

Tampoco intente convencerse a sí mismo o a los demás de que sin educación superior el futuro de su hijo se vislumbra negro, porque no es verdad. Y si llegara a serlo, sería única y exclusivamente porque usted no cumplió con su parte. Porque el color del futuro de su hijo depende, mucho más que de su educación formal, de todo lo que haya aprendido en la familia. Negro será, por lo tanto, si usted gasta más en sus zapatillas que en sus libros, o si su hijo pasa más tiempo frente a la pantalla que con usted. Negro será también si usted no entiende que esa función suya de educador no es algo que se pueda delegar. Negro y muy negro será el futuro de su hijo, si es que usted le hereda esa tendencia suya tan chilena a esperar que las oportunidades caigan en sus brazos como por obra del azar.

Yo no tengo por qué pagar la educación de su hijo; y si lo hago, será por conveniencia personal y no en virtud de la pena que usted me impone por la culpa de haber nacido en (o de haber alcanzado) una posición mejor que la suya.

Yo no tengo por qué pagar la educación de su hijo. Y si me equivoco, dígame exactamente en qué.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Y los muchachos del barrio la llamaban loca (Publicado por El Mostrador)


Desde Buenos Aires...

Quizá sea por lo que hace o simplemente por su forma de mirar, pero Cristina no goza de popularidad entre los taxistas de su país. Y la verdad es que hasta ahora no encuentro a ningún partidario suyo en Buenos Aires; sus detractores me informan que viven en provincia.

El hecho es que cuando le pregunté a uno de oposición cómo fue que la mujer de mirada profunda obtuvo más del 50% de los votos, la respuesta fue tajante: “Porque uno de cada dos argentinos es descerebrado”. Y aunque en cinco días no encontrara yo a ninguno que cayera bajo esa descripción, debo rendirme a la evidencia de que Cristina fue elegida democráticamente.

Sí, la misma que tiene al rugby argentino sin pelotas porque las que se debían usar están retenidas en la aduana… fue elegida democráticamente. La que decidió promover la industria nacional al precio de que adquirir ciertos productos importados fuera prácticamente imposible… fue votada por más de la mitad de los electores argentinos.

Ella, Cristina, es también la responsable de que los argentinos tengan un límite para el retiro de sus dineros del banco…límite sobre dineros que les pertenecen; y la que hace pocos días fijó una restricción en el monto para la compra de dólares. El Gobierno de Cristina es el que tiene subejecutado el presupuesto para salud y  seguridad, mientras el proyecto llamado “Fútbol para todos”, recibe recursos extraordinarios. Y el Gobierno de Cristina fue también el que echó mano del ahorro de los pensionados para resolver problemas financieros del Estado. Cristina es además la que hace un par de días llevó de paseo a los presos a dos eventos kirchneristas.

Cristina es- en suma- de los políticos que cree en la libertad y en el derecho de propiedad tanto como en su facultad de hacer excepciones (prudencialmente, por cierto), cuando hay un fin que lo justifica. Y si se me pidieran que la definiera en una sola palabra, diría que es ¡una optimista! una convencida de que puede triunfar lo que ya fracasó, y funcionar lo que nunca resultó.

Pese a todo, Cristina no es popular entre los taxistas de Buenos Aires. Todos ellos empiezan hablando de sus políticas y terminan mirándome fijo y con los ojos bien abiertos, para decirme en voz baja: “¿Y sabe qué, señora? ¡Es loca!”.

Pero yo defiendo a Cristina, ella no tiene la culpa de existir. Son las riquezas naturales de su país, la desidia de la clase alta y la falta de educación de la mitad de sus electores, los que han inflado a la muñeca de plástico. Y aunque en el último tiempo se haya hablado mucho en nuestro país de la educación como un derecho humano, lo que este viaje me hizo entender es que el subsidio a la educación de otros responde al instinto más básico de supervivencia… si uno no quiere terminar siendo gobernado por uno que peina la muñeca.