jueves, 30 de junio de 2011

Si cree que no tengo razones para pensar que la homosexualidad es una anomalía, revise estas referencias

Para comprender la homosexualidad:


"Homosexualidad y Esperanza" de G. Van den Aardweg, psicólogo holandés. http://www.amistadespoderosas.org/libros/hye.pdf


"La Homosexualidad" Varios Autores.
http://www.muevetechile.org/documentos/EstudioMFChomali.pdf


Para conocer cómo funciona la terapia de sanación:


National Association for the Research and Treatmente of Homosexuality
http://www.narth.org


Para informarse acerca de los riesgos sanitarios del estilo de vida "gay":


The Health Risks of Gay Sex, John R. Diggs, MD 
http://www.corporateresourcecouncil.org/white_papers/Health_Risks.pdf


En este artículo hay gran cantidad de referencias a estudios sobre los niveles de promiscuidad, fidelidad, depresión, conductas de riesgo, etc. relacionadas con el estilo de vida homosexual.

Una visión alternativa sobre la adopción por parte de parejas homosexuales:


Resumen del informe Reckers, el estudio que frenó la adopción gay en el estado de Florida http://www.bioeticaweb.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=4656


Comentario de Ana Martin-Ancel a los estudios realizados sobre adopción por parte de parejas homosexuales (Revista Pedriatrics)
http://pediatrics.aappublications.org/content/110/2/419.2.full 
En castellano
http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/340/1236/articulo.php?id=15889

¡No se confunda, la homosexualidad es una anomalía! (Publicado por El Mostrador)


Probablemente usted es, como yo, de los que piensa que la homosexualidad es una anomalía. Lo piensa o por lo menos lo siente, pero rechaza ese sentimiento como rechazaría la repugnancia que podría producirle un leproso. Es que la sociedad le ha acostumbrado a pensar que cualquier cuestionamiento crítico a la  homosexualidad es manifestación inequívoca de una fobia.

Probablemente usted, como yo, ha comprendido que muchas de esas personas a las que usted enjuició en otro momento de su vida, han tenido por diversas razones una vida llena de dolor. Y se ha sentido inclinado a mitigar ese dolor por la vía de conceder cuestiones que, piensa, contribuirán a alegrar el mundo homosexual sin afectar para nada el suyo propio. Probablemente por eso, usted no entiende por qué yo insisto tanto en el asunto.

Probablemente se lo explica pensando que soy católica y ultraconservadora, pero se equivoca. Mi fe y mi conservadurismo ultramontano me prohíben tener conductas homosexuales tanto como me obligan a respetar la libertad de conciencia. Desde el punto de vista de mis creencias no estoy autorizada a erigirme en guardiana de la moralidad de nadie y si intervengo en el debate público no es para hacerlo, sino simplemente para hacerme oír.

Porque cuanto más se acostumbre usted a la idea de que la homosexualidad es algo perfectamente normal, lo que tenderá a ocurrir es lo que sigue:

Cuando un niño evidencie tener una inclinación homosexual, usted no hará ninguna consulta. Asumirá que se trata de una cuestión de fábrica frente a lo que no hay nada que hacer. No consultará un especialista, ni buscará causas, simplemente avalará. Probablemente ni siquiera se enterará de que hay terapias que permiten revertir el asunto, porque le dirán que las únicas que hay son aquellas que funcionan mediante un sistema de premios y castigos, dentro de los cuales los físicos están permitidos. Ante tamaña crueldad, considerará que es mejor no hacer nada.

Una vez asumida su condición homosexual, su hijo podrá estar dentro del 70% de las parejas homosexuales que fueron infieles (o que la sufrieron) durante su último año de relación; si fuera heterosexual, sus posibilidades de estar dentro de ese grupo representarían un 30%. Las probabilidades de contraer infecciones de trasmisión sexual serán infinitamente superiores para su hijo homosexual y la prevalencia en él de otras enfermedades psiquiátricas será también mucho mayor. Su hijo sufrirá y sufrirá mucho, probablemente pasará la mitad de su vida deseando un amor imposible, el amor de una persona de su mismo sexo, pero heterosexual. No son ideas mías, hay datos y estudios que avalan lo que digo (datos y estudios que subiré a mi blog durante la semana para no aburrir acá).

Que esta información esté disponible no implica, es obvio, que usted sienta que tiene derecho a imponer nada. Cualquiera que fuera la decisión de su hijo al respecto, usted deberá quererlo y acompañarlo. El amor pasa por respetar su libertad, pero no lo dispensa a usted de averiguar un poco, por más doloroso que sea.

La homosexualidad es una anomalía, una anomalía como tantas otras que pueden darse en la conducta humana, una anomalía como puede serlo también la  depresión. Y en este sentido, es algo que no se elige y que pasa por no haber llegado en el desarrollo de la propia sexualidad, a alcanzar lo que constituye su última fase, marcada por la polaridad como dice Freud ¿Por qué ocurrió esto? ¿Por qué en algún momento del desarrollo el proceso se detuvo? Es algo para lo que no hay respuestas definitivas: complejo de inferioridad, ausencia de referente masculino, experiencias traumáticas de abuso de parte de algún individuo del sexo opuesto son solo algunas de las hipótesis que sostienen no uno, sino muchos especialistas. El hecho es que las terapias fundadas en esas hipótesis funcionan… consulte mi blog. Es bueno que sepa, también, que hasta ahora no ha habido ningún estudio que demuestre una relación entre homosexualidad y algún factor hereditario. No lo descarto, podría existir, pero eso no volvería normal un fenómeno que entre otras cosas se da solo en un 3% de la población.

Los homosexuales merecen todo mi respeto y yo prestaría mi rostro para defenderlos si eso fuera lo que está en juego. No hay razón alguna tampoco para discriminarlos de modo arbitrario. Eventualmente pueden realizar muchos trabajos, el educativo incluido, de mejor modo que un heterosexual. Eso no obsta sin embargo para insistir solo en dos puntos. El primero es el que he repetido hasta el cansancio: la homosexualidad es, a todas luces, una anomalía. El segundo es que el matrimonio gay no es un derecho igualitario sino la pretensión de llevar las preferencias sexuales al ámbito legal, cuestión que solo accidentalmente está presente en ese ámbito por el hecho indiscutible de que los hijos nacen de uniones heterosexuales. El matrimonio no es ni ha sido nunca, nada parecido a una bendición estatal a las inclinaciones sexuales del individuo, sino simplemente una forma en que el Estado pretende darle estabilidad a aquella relación de la que surgen los hijos.

Por eso insisto ¡No se confunda, la homosexualidad es una anomalía!



miércoles, 22 de junio de 2011

“¡No fuimos nosotros, fue el mercado, idiota!”(Publicado por El Mostrador)

Esta columna reproduce un diálogo entre dos altos ejecutivos del retail, ingenieros comerciales con MBA, por cierto. Contiene por eso un lenguaje abultado de tecnicismos que el lector promedio puede no entender. Ofrezco disculpas si así fuera, pero se trata de una transcripción textual:

 “La señora Juanita nos debe un refri y vamos a quedar como ‘El rey de los h…’ de tanto jurar y rejurar que el chileno es buen pagador”

“Ponle que debe dos o tres refri nomás- no te preocupís- si la Juana ya nos calzó”.

“¡No te pagó uno y te va a pagar dos!”.

“¿Vos creís que yo soy gil? ¡Obvio que no los va a pagar! La cuestión es que la deuda no parezca impaga. La cartera vencida es la que nos mata, asopado”.

“¿Tú decís que es llegar y ponerle el valor de dos refri en vez de uno?”

“Si poh, es un papel nomás. ¿Por qué cresta tiene que decir 10 y no 20? Esa es la gracia del mercado de capitales, que el papel aguanta muuucho (si no, pregúntale a Lagos)”.

“Si la cuestión no resulta, los margarita sociales van a empezar con la cantinela  del retail, de la regulación, del mercado…”.

“¿Cachai por qué te digo siempre que no tenís habilidades blandas? ¡Por eso, pos! Eso es lo que tenemos a favor: si la cuestión se destapa o más de alguno empieza a cachar, nadie va a querer reventarnos. Sería un mega escándalo que no le conviene a nadie: ni al retail, ni a colocadoras de bolsa, ni a los bancos, ni a los analistas de riesgo, ni a las auditoras, ni a la súper, ni a los políticos ni al gobierno. Ese es el seguro que tenemos, no el riesgo ¿Me entendís ahora?”.

“No sé, y la señora Juanita, compadre… la señora Juanita va a ver que nos debe dos refri, no uno, y puede cantar”.

“Ya te dije que te olvidarai de la Juana. La cosa acá es que suban las acciones, los bonos, las stock options… tú sabís que ladrón que le roba a ladrón tiene cien años de perdón y aquí estamos hablando de acciones, compadre, no de cargarse a la Juana. Y si los tarados se compran el cuento, cosa de ellos”.

“Puede que la Juana no pague ni cache, pero los bancos- perro- los analistas de riesgos, las auditoras…”

“Lo que falta es que te pongai laguista ahora, con eso de que las instituciones funcionan. Acuérdate de mí que los vai a tener a todos recomendando la empresa, solo porque le cobramos dos refri a la Juana”.

“Pero socio, no vai a apostar a que todos esos gallos no miren las colocaciones. Todo el mundo sabe que somos de los más chicos del retail, más de algún pillo va a cachar que las colocaciones de Falabella no pueden ser iguales que las nuestras”.

 “¡Tai más loco! ¿Cómo vai a tasar una empresa o el valor de una acción mirando las colocaciones? ¡Te pusiste alemán! Acá la cuestión es convencer a la elite bursátil de que la Polar la lleva, ¿me seguís? Lo que tenemos que vender es un papelito ondero ¡Te lo doy firmado! Tamos en Chilito, compadre, demás que no miran las colocaciones. Y si las ven, capaz que no cachen igual ¿O tú creís que el problema de la comprensión lectora no lo tienen todos estos gallos con MBA? No compadre, acá desde el gásfiter hasta el winner de Sanhattan ¡ninguno hace la pega! Y en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Tú cachai que hacer negocios es aprovechar oportunidades y acá hay un nicho cantado: el de los indolentes”.

 “¿Tú creís?”.

“Si, jetón, tenme fe. Esta cuestión es simple”.

“¿Y los directores?”.

“¿Los directores? ¿Vos no cachai que tener un directorio ahora es como tener un título nobiliario? ¿Te veís a esos príncipes, hijos de reyes, analizando balances, pidiendo información y cotejándola? ¡Te fuiste al chancho o venís llegando del País de Nunca Jamás! Imagínate al señor Errázuriz con la señora Larraín diciendo: ‘Ya, un mademsa, código B0Cv11233bac4, comprado el 2004…’. No seai ingenuo”.

“Y el Sernac… qué onda si la señora Juanita va al Sernac ¿Tú cachai a Peribonio?”.

“Obvio que lo cacho, pero no va a ser la Juana la que nos friegue, si es ella la que nos tiene hasta las masas. Y por último, le condonamos la deuda, no terminai de entender que la Juana no pierde nada acá. Lo que importa es salir del túnel por la Bolsa”.

“No sé, loco, uno nunca sabe. ¿Y la prensa… El Mostrador, por ejemplo, esos gallos no dejan títere con cabeza? ¿Qué pasa si cachan?”.

“Ah, esos tipos son nefastos, izquierdozos del red set, pero su onda es como más politiquera”.

“Hace años ya que en este país los únicos que funcionan son los periodistas, en una de esas porque viven del destape de escándalos. Además, lo que tú decís se ve como demasiado fácil pa ser verdad”.

“En el peor de los casos, todos cachan y se quedan callados. Ya te dije ya, a nadie le convienen estas cuestiones”.

Un tiempo después…

“¡Te dije! Te dije que la señora Juanita podía hablar”.

“Teníai razón, y eso que yo te encontraba ultraconservador. Pero me tenís que conceder que acá ninguno de los giles hizo la pega. Ni los bancos, ni las corredoras, ni la súper, ni nadie y yo eso te lo dí firmado. Los analistas de riesgos, compadre, pa matarse de la risa: de aquí en adelante los van a poner a escribir el horóscopo”.

“Pero miraste en menos a la señora Juanita…”

“No, no fue la Juana ni el Sernac, fue la prensa. Pero como cachan poco, van a insistir en que a la Juana le cobraron dos refri, y no uno. Con eso nos dan la oportunidad de bajarle un poco el perfil a la cuestión concentrándonos en los clientes. ¿Te tinca si decimos que en 48 horas solucionamos el problema?”.

“¡Vos te volviste loco!”.

“No pos, si los periodistas hacen la pega, pero tenís que contar con que los de la tele son bien ignorantes y sentimentales, y no van a entender que la estafa no era contra la Juana. Lo pasamos bien, perro, no podís negarlo: año sabático, premio al ejecutivo de la década, la plata que ganamos vendiendo una sociedad en las Bahamas…ahora a apechugar nomás, tú sabís que los negocios tienen un riesgo”.

“Se acabó la fiesta, parece y yo estoy que dudo del mercado, pelao ¿qué querís que te diga?”.

“No seai injusto, guatón, si el mercado funcionó. Hasta un académico de la universidad de Pelotillehue habría podido cachar que el 100% de las ventas que hacíamos era a crédito y que dábamos un plazo de 400 días mientras el resto daba 180. Acá hubo una colusión entre frescos carepalo y flojos que no hacen la pega. El mercado funciona, pero no es agua bendita ni remedio pal pecado original…”.

“¿Tú decís que el mercado no es remedio pal lucro?”.

“No se llama lucro, gil, se llama codicia, pereza, mentira, pero no lucro. Vos que erís medio cartucho debierai cachar la diferencia. Na que ver el lucro ¿o ahora vai a decir que la Juana no puede lucrar del mote con huesillos que vende en el Centro? La carita de la Camila te anduvo confundiendo parece…”.

“No sé, me siento como “El Rey de los H…”.

“Es que erís un poco, pos, qué se la va a hacer. La cuestión es que al final nos piteamos a la la Juana: no nos pagó el refri pero se quedó sin plata pa la jubilación. Los negocios pos, compadre. Lo bueno es que mi conciencia, compadre, mi conciencia la tengo súper tranquila”.

miércoles, 15 de junio de 2011

¿Conservadora travesti? (Publicado por El Mostrador)




Agradezco al profesor Fernando Muñoz León su respuesta a mi columna "Dejemos los eufemismos, por favor" http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/06/09/la-vuelta-de-carnero-de-tere-marinovic/. Me honra que me considere representativa del pensamiento conservador chileno. Mis intenciones cuando empecé a escribir eran mucho más modestas.

Me alegra también que tome nota de un punto sutil que imaginé podía causar cierta confusión: las críticas sirven para aclarar el propio pensamiento y discutir. Nuevamente, agradezco la oportunidad.

Me refiero en primer lugar a una afirmación que hice en esa columna: “la universalidad de la ley obliga a que ella no toque la cuestión moral como moral”. Se trata de una distinción que no pretende negar la relación entre un asunto y otro. La estafa, la difamación, el asesinato, la pedofilia, son actos moralmente reprobables que, además, constituyen delitos. La pregunta es ¿por qué los sanciona la ley? ¿porque hacen peor al que los ejecuta (que es la perspectiva propia de la moral) o porque impiden la vida en común? Me inclino por lo segundo, y para sostenerlo hice mención aTomás de Aquino, autor que sostiene que los vicios deben ser castigados solo en la medida en que causen un grave daño social.

No dejo por eso de pensar- y lo digo explícitamente en la columna- que eso no obsta para afirmar que la ley opera también sobre la base de ciertos presupuestos morales. Decir ‘X es un delito porque impide la vida en común’ es una afirmación cuyo presupuesto es moral: la vida en común es buena (es decir, algo moralmente deseable).

Pero afirmar la relación entre la ley y la moral es algo bien diferente a pensar que la ley puede transformarse en el brazo armado de la moral. Si hay conservadores que sostengan algo así, a mi no me vuelve liberal el hecho de coincidir con Tomás de Aquino en este
punto. No ha habido, por eso, una vuelta de carnero, a menos que el profesor estuviera con esa expresión intentando dar cuenta de mi gran agilidad mental.

Muñoz me acusa también de travestismo por el hecho de citar a Foucault y a Kant, como si hacerlo fuera equivalente a citar la autoridad de un hereje en cuestiones de índole teológica. No comparto esa visión ideologizada de la filosofía. Puedo leer a Freud y considerar que sus aportes a la psicología fueron extraordinarios, aún cuando considere que exagera en su visión de la sexualidad. Puedo leer a Nietzshe y elogiar su destreza literaria y su perspicacia psicológica, aún cuando no comparta las conclusiones de su pensamiento. Soy capaz de darme cuenta de que Marx dio en el clavo de problemas y sentimientos sociales cuando proyectó su utopía, aunque yo esté lejos de ser marxista. En fin, soy absolutamente libre en ese sentido y eso forma parte esencial del ethos conservador. Aprendí esa libertad en la Universidad en que me formé: la filosofía de un conservador no tiene por qué ser monolítica ni uniforme.

Negar la importancia y los aciertos de autores relevantes para la historia del pensamiento, sólo porque no pertenecen a la tradición en que me adscribo, sería de una miopía intelectual que creo que no tener. Por el contrario, cuando veo que alguien- conservador o liberal- desestima un argumento solo por su proveniencia, cuestiono inmediatamente su honestidad intelectual y sobre todo, su inteligencia.

Respecto de la filosofía kantiana, me parece que El Mostrador no ofrece un espacio para discutir seriamente sobre la materia, pero difiero de la idea de que se trate de un liberal sin más. La complementareidad entre su doctrina política y su doctrina moral no ofrece la posibilidad- creo yo- de sacar conclusiones como las que extraen los liberales haciendo referencia a ese autor. La afirmación de que el derecho es el conjunto de normas que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la de todos no es, y esto difiero de algunos de mis amigos filósofos, simplemente un llamado a la libertad a ultranza. No veo en esa expresión la afirmación de una libertad ciega, incapaz de verse más que a sí misma. Es una cuestión discutible, pero me inclino por concederle más consistencia a Kant de la que le dan quienes lo citan para justificar sus posiciones con una simplificación que raya lo absurdo.

Pero dejémonos de eufemismos, el profesor Muñoz va mucho más allá en sus consideraciones y considera de mal gusto mis afirmaciones sobre las mujeres, los mapuches y otros grupos carentes de poder (mi marido me pide que le diga que no comparte la idea de que las mujeres estemos dentro de esos grupos). Muñoz no se limita a juzgar actos o ideas, entra a explicarlas en función de lo que él considera mis motivaciones más íntimas y califica mis argumentos de homofóbicos. Al respecto, una precisión: los argumentos solo pueden ser verdaderos o falsos, consistentes o débiles, pero no homofóbicos.

El profesor comprendió, en todo caso, algo que tiene que ver con una cuestión estratégica de mis columnas y en particular de la que él comenta: la referencia a ideas conocidas y aceptadas por muchos de los que precisamente no piensan como yo. Me extraña, en todo caso, que interprete conspirativamente esa estrategia y que no la comprenda como parte de mi esfuerzo por establecer un diálogo. Diálogo que él mismo hace posible con su respuesta y que demuestra que la estrategia fue, en todo caso, sumamente exitosa.

miércoles, 8 de junio de 2011

Dejémonos de eufemismos, por favor (Publicado por El Mostrador)

Se equivoca usted si piensa que el debate de las últimas semanas a propósito del AVC es una discusión sobre matrimonio homosexual. De lo que en realidad se está hablando es de  la naturaleza de la ley y sobre todo, del interés que debe prevalecer en ella. El mismo Simonetti lo reconocía en Tolerancia Cero: lo que homosexuales quieren es igualdad ante la ley, con todo el reconocimiento social que esa igualdad lleva consigo. El matrimonio gay sería sobre todo un instrumento en vistas a conseguir este otro objetivo.

La discusión se da entonces entre dos grupos: el de quienes aspiran a legitimar su conducta por medio de la ley, y el de quienes creen que la ley está llamada a promover su propia forma de vida y no otras. Ambos se equivocan y por la misma razón. La ley no existe para satisfacer intereses particulares: ni el de quienes quieren ser reconocidos socialmente, ni el de los que aspiran a encontrar en ella el reflejo fiel de sus propias creencias. El debate parece haber tomado la forma, como diría Foucault, de una lucha de poder en la que unos quieren imponerse y otros simplemente resistir.

El carácter universal de la ley la obliga entonces a tomar distancia de cuestiones subjetivas (a menos, claro está, que pretenda constituirse en un producto hecho a la medida y al gusto del consumidor). Por eso mismo, ella no se puede deducir de ejemplos o casos, sino de la razón. Cualquier liberal estaría de acuerdo con Kant en que “el derecho es el conjunto de condiciones que permite a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos” y estaría de acuerdo en que en esa misma medida no puede interferir en asuntos privados salvo que efectivamente sean de interés público.

La universalidad de la ley exige por tanto que ella tampoco toque la cuestión moral como moral. Si la ley prohíbe y sanciona conductas como el robo, el asesinato y la pedofilia no es porque dentro de sus objetivos esté el de hacer ‘buenos’ a ladrones, asesinos y pedófilos, sino simplemente porque busca promover conductas que hagan posible la vida en común y correlativamente, prohibir aquellas que no la permitan. Lo que es determinante desde la perspectiva moral (si el ladrón dejó de robar porque no quiere ser injusto o por miedo a la sanción) es irrelevante desde el punto de vista legal.
Usted se preguntará si realmente es posible la prescindencia de criterios morales en la ley y tiene toda la razón en hacerlo. El sólo hecho de pensar que ella deba supeditarse a ‘hacer posible la vida en común’ presupone que la ‘vida en común’ es algo ‘bueno’. Es decir, moralmente deseable. Pero algo diferente es pensar que ella puede alcanzar el ámbito de lo privado cuando ese ámbito no afecta a terceros. El mismo Tomás de Aquino piensa que la ley está llamada a prohibir y a perseguir “sólo los (vicios) más graves, aquellos de los que puede abstenerse la mayoría y que, sobre todo, hacen daño a los demás, sin cuya prohibición la sociedad humana no podría subsistir”.

Desde esa perspectiva, la homosexualidad como condición e incluso como conducta no puede ni debe ser sancionada. Promover, en cambio, el matrimonio homosexual es dar un paso más, un paso más hacia la privatización de la ley.

Un paso que no garantiza, como se pretende, la igualdad ante la ley; porque lo que piden los homosexuales no es tener acceso al matrimonio (que lo tienen) sino hacer del matrimonio una institución a la medida de sus preferencias. ¿Por qué? Simplemente porque con ella se consigue algo que sólo accidentalmente dice relación con el matrimonio: aceptación social. Cabe preguntarse entonces si la ley puede ser un instrumento que esté a merced del capricho de los diferentes y múltiples grupos de interés (dentro de los cuales podría estar, el día de mañana, el de los conservadores).

Un paso más, también, porque el matrimonio está indisolublemente asociado a los hijos. Y cuando digo indisolublemente asociado a los hijos lo digo pensando en la razón por la cual el Estado reconoce en el matrimonio una cuestión de su incumbencia. En asuntos de naturaleza afectiva (relaciones sentimentales hetero u homosexuales), poco y nada tiene que decir el Estado. En lo que se refiere a la familia, en cambio, y sobre todo a los hijos que surgen de una relación, de forma natural o por la vía de la adopción, el Estado no puede dejar de intervenir.

Esa es la razón por la que se prohíbe el matrimonio entre consanguíneos y esa es la razón por la que no debería aprobarse una ley de matrimonio homosexual.

Pensar el AVC como un analgésico emocional para el dolor que experimentan los homosexuales es una ingenuidad o mejor aún, una frivolidad que no atiende a los efectos que esa medida de mitigación puede llegar a tener. 

Una discusión seria sobre el AVC obliga a considerar entonces dos puntos. El primero, si la ley se puede prestar para satisfacer deseos de grupos marginales. El segundo, si la homosexualidad es o no una condición que pueda tener efectos adversos en la crianza de los niños que los inhabilite para la adopción.

Juristas y psiquiatras: ustedes tienen la palabra. 


http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/06/08/dejemos-los-eufemismos-por-favor/

Esta columna recibió la siguiente respuesta en El Mostrador:

http://www.elmostrador.cl/opinion/2011/06/09/la-vuelta-de-carnero-de-tere-marinovic/

miércoles, 1 de junio de 2011

Matrimonio Gay: original y... (Publicado por El Mostrador)

Original. Ése es el adjetivo que yo usaría para calificar una tesis que se esbozó hace ya algunas décadas y que hoy repite cual dogma de fe el progresismo chilensis. Según esa tesis, el reconocimiento de dos sexos y la condición heterosexual del matrimonio respondería a una cuestión cultural de origen religioso.

El fundamento de la hipótesis progre estaría en el Génesis. “Varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: ‘Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla’” (Génesis 1, 27-28). Hasta donde alcanzo a entender la cosa se habría dado más o menos así: el autor bíblico habría tomado asiento y, pluma en mano, se habría puesto a definir- arbitrariamente por cierto- que hombres y mujeres son diferentes. Una vez establecida esa distinción, habría creado por la vía de un decreto inconsulto, la institución del matrimonio.

Desde entonces un grupo no menor de creyentes y/o conservadores (que para estos efectos son lo mismo) se habría obstinado en hacer pasar a la población entera por ese molde incómodo y saltaría cual inquisidor ante la más mínima proposición de los auténticos demócratas por introducir cambios en la materia. El hecho es que la costumbre que viene de tiempos inmemoriales (bastante anteriores al cristianismo) está siendo hoy, a propósito de esa tesis, sometida a revisión.

Y aunque no quisiera ser yo quien hace cuestión de un texto bíblico ni menos quien limita el rango de su influencia, no puedo dejar de preguntarme si no se le sobredimensiona cuando se busca en él la explicación a una tradición milenaria. Porque tanto la distinción entre varones y mujeres como la costumbre de realizar matrimonios entre parejas heterosexuales es, digámoslo, milenaria. Tan milenaria que despacharla como si fuera un mera convención no acaba de convencerme.

Porque mi experiencia y no mi fe me inclinan a pensar que eso de que “varón y mujer los creó” es algo más fuerte que una convención. Si fue Dios o la selección natural el autor de esa distinción importa poco en este contexto, el hecho es que la diferencia parece trascender el ámbito de lo cultural. Y para demostrarlo puedo recurrir a cuestiones domésticas, porque habiéndome tomado en serio aquello de “multiplicaos y llenad la tierra” ocurre que tengo en mi casa una muestra estadística significativa como para hablar del asunto con autoridad.

Por de pronto, por las diferencias que veo entre mis hijos y mis hijas desde la más tierna infancia. Porque cuando voy a buscar a mi primogénito a la casa de un amigo y le pregunto apenas sube al auto “Cómo te fue?”, su respuesta es siempre la misma: “Bien”. Y por más que yo insista: “¿Y cómo lo pasaste?”, él se limita a agregar: “Bien”. Y aunque yo arremeta en busca de detalles “¿Qué hicieron?”, él responde siempre con precisión masculina: “Hartas cosas”. La escena es algo diferente cuando se trata de una de mis hijas, porque la información fluye tan vertiginosamente, que antes de que yo alcance a pedir detalles ya tengo muchos más de los que en realidad quería.

Las mujeres no tocan la pelota ni la miran salvo cuando juega la selección, pero lo hacen porque es una excusa para interactuar socialmente. Y aunque los hombres jueguen de vez en cuando con las muñecas, lo hacen para descuartizarlas, lanzarlas desde el segundo piso y en una de sus más recientes iniciativas, para ponerlas en la lata del horno. Muchas veces también se transforman en un método de tortura de sus hermanas, pero nunca los vi acunándolas ni tratándolas de modo ¿cómo decirlo? maternal.

Todos los días y a cada hora las reacciones de mis hijos son tan sexuadas, que apostar a que todo tiene su origen en la educación que les he dado o en el citado texto bíblico es, me parece, un poco exagerado. No es posible que en esa materia tengan una receptividad superlativa y que en todo lo demás deban aprender a palos.

Tampoco me resulta convincente eso de alterar la fórmula del matrimonio sobre la base de que el esquema bajo el cual se realizó hasta ahora responde a cuestiones puramente culturales. Porque no sólo en Occidente, también en la América Precolombina, en la China de Confusio, en la Francia de la Revolución Francesa y en los regímenes ateos del siglo XX, se realizó entre hombres y mujeres. Si hubo alguna variación fue de un hombre con varias mujeres o, modificación que yo me abriría a discutir, de una mujer con varios hombres.

Más que un invento divino o un decreto bíblico con fuerza de ley, yo me atrevería a decir que el matrimonio viene de fábrica. Y responde a un anhelo bien de fondo, que consiste en no querer estar solo. El “se casaron, tuvieron muchos hijos y fueron felices para siempre” es el final de todos los cuentos de hada solo porque es el deseo más profundo del corazón humano.   

Obviamente todo puede cambiar. Que la idea de que “Rubén se casó con Juan, adoptaron muchos hijos y fueron felices para siempre” no me resulte ni romántica ni creíble no es razón suficiente como para no abrirse al debate. La pregunta, la pregunta esencial, es por qué ha sido así hasta ahora, y de qué forma un cambio como el que se propone puede afectar la estructura social. Repito: cómo puede afectar la estructura social, más allá de lo que digan creyentes, conservadores, fundamentalistas y homofóbicos.

Original la idea de que las cosas han sido como hasta ahora por razones culturales y religiosas. Original, pero sobre todo, risible.