miércoles, 29 de septiembre de 2010

Longueira se hiperventiló

Lo primero que pensé cuando oí a Longueira criticando el exceso de personalismo del Gobierno de Piñera es que estaba sentido. Seguro que está usando lenguaje de estadista para decir una cosa simple: “Pucha Sebastián, que eres pesado, yo también quería aparecer en la foto”.

Pero Longueira no es tonto ¿cómo no iba a saber que sus palabras se iban a prestar para que este capítulo de su relación con el Presidente se llamara ‘El Despecho’? Además, mi papá ya me retó: “¡Pareces subnormal con esa interpretación tan burda! No proyectes tu propio resentimiento en Pablo, por favor”.

Esa llamada de atención me hizo pensar que probablemente lo que Longueira quiso decir fue justo lo que dijo. Que el Gobierno de Piñera no se está preocupando de que la gente haga el link entre los logros del Gobierno y las ideas del sector. Claro, si la Alianza no se nombra ni en pelea de perros y ninguno de sus ‘rostros’ aparece ni por casualidad, difícil…

Puede que el Senador subestime un poco la inteligencia del chileno. ¡Cómo va a ser necesario ser tan explícito! Pero también hay que reconocer que las campañas de la izquierda son casi siempre campañas del terror. La gente ha llegado a convencerse de que el gallo de derecha es peor que el cuco, y para revertir eso hay que trabajar también en el único nivel en que trabajó la Concertación: en el de la ideología, aunque esa palabra sirve sólo cuando las ideas son las de la Concertación.

La cosa es que Piñera no ha querido hacerle caso a Longueira, y como no debe contestarle ni el teléfono, al Senador no le quedó otra que hablarle por la tele.

En una de esas, las ideas del sector no son las de Piñera. Harta gente dice por ahí que tenemos un Presidente DC. Pero yo digo que no: le falta sentimentalismo y le sobra cabeza para ser demo (esto será aclarado en otra columna cuando algún demo arquetípico haga una de las suyas).

Otra alternativa es que Piñera considere que los rostros del sector no representan bien sus ideas, pero esto sería bien injusto, porque aunque haya chantas, hay hartos que pertenecen a la elite intelectual del país.

Para mí que ni lo uno ni lo otro. Lo que traiciona a Piñera y le impide hacerle caso a Longueira, es su propia inteligencia. Como él hace las sinapsis solito, no capta que la mayoría necesita un poco más de ayuda para hacer conexiones, y requiere que se le diga explícitamente: ‘Nosotros podemos ser tan malos como los otros, e incluso menos originales, pero la diferencia con ellos es que nuestras ideas funcionan’

Longueira, en cambio, que ha pasado más tiempo en la calle, entiende que ésta es una tarea de la que el Gobierno no se puede despreocupar, porque de lo contrario, estos cuatro años habrán sido una estrella fugaz.

Uno que tiene niños chicos entiende mucho más fácil.

Domingo sin mall (Publicado por El Mostrador)

Hace pocos días tuve con una conocida mía, una conversación que terminó por convencerme de la conveniencia de declarar el domingo feriado irrenunciable. Algunos dicen que es una ‘noveau riche’ pero yo trato de evitar el uso términos como ése para referirme a personas concretas.

“No puedo creer- me decía- que un grupo de diputados de oposición haya querido declarar el domingo feriado irrenunciable, porque si hay algo que ellos tienen es sensibilidad social. Y el mall hace tiempo que cumple con una función catalizadora en el alma del chileno”.

“¿Por qué dices eso?”, le pregunté.

“Porque el mall ha sido fundamental a la hora de conseguir que la masa se olvide de que las costumbres de la aristocracia (si existe) son dignas de ser imitadas. Y eso debería incentivar a esos diputados a proteger esos espacios como a santuarios de la nivelación”.

“No entiendo lo que quieres decir”, le dije cada vez más sorprendida.

“Es simple. El mall se ha trasformado en el hogar de todos los chilenos y cerrarlo el día domingo es como dejar a Chile a la intemperie. Piensa, por ejemplo, en los patios de comida, esos espacios entrañables donde la mujer se ve dispensada de la obligación de cocinar el día domingo y donde los niños cultivan su gusto por la buena mesa. Fue en esos patios donde las bandejas de plástico y los individuales de papel reemplazaron al mantel blanco y a la servilleta de género”.
Entonces me molesté un poco: “No tiene gracia que se libere la mujer a costa de que otro se esclavice”.

“Pero eso no es todo -continuó- fue en ellos también donde la familia encontró un remanso de paz, un espacio de tranquilidad sin los gritos y las peleas de los niños… que ahí no se oyen a causa del murmullo ambiental. Ese murmullo reemplazó la tertulia de la sobremesa y erradicó muchos complejos, como los que tenía uno cuando chica al oír hablar a los grandes, que la obligaban a quedarse callada porque ellos sabían más”.

“Lo que es yo, promovería un poco más ese complejo”, pensé.

Pero como estaba furiosa, no había forma de hacerla pensar: “El mall también es un espacio privilegiado para el cultivo de la imaginación; en él se puede descubrir de manera siempre novedosa todo lo que uno no tiene y que necesita. Y eso sin necesidad de comprar un libro, que es un objeto obsoleto y cuya adquisición es privilegio de la clase dirigente”.

“Para eso mejor bajar el impuesto al libro o crear más bibliotecas”, le dije mientras ella insistía:

“También desde el punto de vista psicológico el mall ha hecho sus aportes, porque ése es el lugar propicio para olvidarse de ideas desagradables sobre sí misma que se hacen evidentes en la tranquilidad del hogar: por ejemplo, que uno se aburre cuando está sola o que no está tranquila si no compra algo”

Pero fue lo que dijo para terminar lo que acabó por indignarme:

“En el fondo, el paseo dominical al mall mata de raíz los gérmenes de la excelencia, porque fortalece el sentido de pertenencia a la masa”.

Lo que es yo, feliz de prohibir por decreto el trabajo del domingo, a ver si así se recuperan algunas de las costumbres que tienen mis abuelos.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Mi intervención en la ONU

Trascribo literalmente.

Señor Presidente de la Organización de las Naciones Unidas:

Le pido disculpas por interrumpir esta reunión de manera tan abrupta; me comprometo a ser breve y a no abusar de los adjetivos en mi exposición.

Pero me ha parecido esencial tomar la palabra para complementar algunas de las ideas expresadas por el Presidente Piñera, en particular en lo relativo al capital humano de nuestro país, ese que él considera determinante para llegar a ser un país desarrollado.

Al respecto, me parece de toda justicia abundar en aquellas virtudes del chileno que- sin lugar a dudas- nos llevarán a buen puerto.

Para comenzar, debo decir que el chileno es un hombre relajado. No es extraño estar en la puerta de un local comercial o de un servicio estatal que abre a las 9 (según información impresa en la entrada) y recibir una advertencia del vecino: “Nooo… es que acá abren entre diez y diez y media”.

Tampoco es infrecuente llegar a retirar un documento el día y a la hora señalada, y recibir un reproche del funcionario por el hecho de no encontrarlo: ¡Por qué no llamó antes!

La cosa es que el chileno tiene nervios de acero porque no se altera con estas cosas. Y- estoy segura- esta fortaleza es uno de los baluartes que nos llevarán al desarrollo.

El chileno es además un gozador de la vida. Es el rey del café y del cigarro a media mañana, y no es raro que en horario de trabajo frecuente páginas en la web de todo tipo. Según las estadísticas de mi blog, los dos peak de visitas se producen a las 11 de la mañana y a las 4 de la tarde, entre los días lunes y viernes de cada semana. Dicen por ahí que la alegría de la vida mejora la productividad.

El chileno tampoco es de esos individuos constreñidos por los formalismos, es un hombre libre, que puede tirar una cáscara de plátano por la ventana sin ninguna clase de complejo y transgredir el orden de una fila sin remordimiento, aunque el que esté delante sea un niño o una señora de 90.

Es además un gran astuto. Si al conducir ve que el auto de adelante señaliza para insertarse en la fila por la que él transita, acelera de modo instintivo para no dejarlo pasar. Pero habemos algunos más astutos que ya no hacemos la advertencia para dejar al de atrás desprevenido y conseguir el objetivo.

El chileno es por definición un maestro chasquilla, que ‘le hace a todo’ pero no muy bien, y eso contribuye enormemente a la generación de nuevos empleos, porque por un mismo trabajo no es extraño que uno deba pagar tres servicios diferentes.

Es un hombre creativo, de pródiga imaginación, que sabe decorar con elegancia los muros de la ciudad y que no puede resistir la tentación de dejar impreso su sello personal cuando descubre por las calles alguna señalética que esté fuera del alcance visual de un carabinero. ¿Y qué es eso, sino innovación?

En fin, si hay algo de lo que nuestro Presidente puede estar seguro es de que si falla algo en la consecución del objetivo que se ha propuesto, no será precisamente el capital humano.

Por último, reitero mis disculpas por esta interrupción, pero me pareció necesario complementar lo dicho por el Presidente Piñera con una visión menos general y más concreta.

Si no era ahora ¿cuándo? Si no era yo ¿quién?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Piñera y las niñas taimadas (publicado por El Mostrador)

Hasta ahora era de mal gusto andar sacando en cara que a uno no lo habían invitado a alguna fiesta, pero ahora que lo hizo Bachelet, yo voy a quejarme públicamente de haber sido excluida del encuentro que tuvo Piñera con algunas señoritas en Comunidad Mujer. Ya que se habla tanto de paridad, al menos una representante del neomachismo debió estar presente en ese evento.

Lo peor es que el Presidente ni siquiera se tomó la molestia de consultar mi opinión antes del encuentro. Extraoficialmente le habría dado algunos consejos acerca de lo que se puede y no se puede decir frente a un grupo de mujeres hipersensibles. Nadie como una mujer que ha tenido muchos post partos para entender la psicología feminista.

Es cierto que fue bastante deferente y dijo el tipo de cosas que ese grupo quiere oír. Por ejemplo, habló de la necesidad de que el hombre se incorpore más a lo doméstico (‘qué fresco’ debe haber pensado la Cecilia). También habló de las diferentes formas de discriminación que sufre la mujer y esa sola palabra opera como un bálsamo en la psicología feminista. Pero lo que me cuesta perdonarle es que haya dejado caer una pequeña falacia: dijo que en política las mujeres no son discriminadas porque son más votadas que los hombres. Y como tengo razones fundadas para pensar que Piñera es más perspicaz que yo, asumo que se dio cuenta de esa no es más que otra forma de discriminación.

Pese a todo, cometió algunas torpezas y dijo cosas inapropiadas en el lugar inadecuado. Y eso siempre genera rabietas. Por ejemplo, que el triunfo de la mujer no puede ser el fracaso de la familia. Una mujer normal tomaría eso como un piropo, pero una hipersensible se lo toma mal y piensa que se trata de una trampa. Y en esto hay que ser cuidadoso, porque quién sabe cuáles son las experiencias (reales o imaginadas) que les llevaron a pensar la relación entre los sexos en términos tan bélicos.

Lo peor es que eso no fue todo, porque a poco andar dijo otra aberración: que había una relación directa entre algunos males sociales y la familia (pobreza, delincuencia, etcétera). Y eso sí que no se puede decir. Uno puede hablar de culpas sociales, de deudas históricas pero por ningún motivo de culpas personales, y la familia es demasiado personal. No importa que Piñera pueda avalar en estudios de todo tipo y en el sentido común, la relación en cuestión. Eso no evitará que haya algunas que, olímpicamente, digan que la asociación es caprichosa.

En fin, a pesar de no haber sido invitada a ese almuerzo ni consultada acerca de la estrategia a seguir frente a un grupo humano complicado que conozco bien, me permito ofrecer un consejo a posteriori. Hay grupos cuya sensibilidad es imposible de satisfacer. Su susceptibilidad merece toda la comprensión del mundo, pero no se les puede tomar en serio a la hora de gobernar.

De lo contrario, Papá Estado tendrá que enfrentar cada día más taimas y pataletas. Y ahí sí que la vida de familia se pone difícil.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Defensa de los abiertos de mente que hacen bullying

La verdad es que no tengo ninguna autoridad moral para hablar de bullying porque nunca he sufrido ninguna forma de maltrato. Y esto por una razón muy simple: mis costumbres son las de la mayoría. La víctima de bullying es siempre alguno que se distingue un poco del resto, el gordo, el nerd, el conservador, qué sé yo.

Por eso mismo, voy a tratar de explicar el fenómeno desde mi posición de victimaria e intentaré hacer una defensa de todos aquellos que alguna vez hemos sido crueles.

La explicación, creo yo, viene de mi más tierna infancia. De esos años en que mi mamá me decía, una y otra vez, que tenía que ser abierta de mente. “Haga y piense lo que quiera -mijita- pero no se le ocurra pensar que lo que usted hace o piensa, es mejor o peor que lo que hace o piensa otro”. Y así una y otra vez hasta que acabó por convencerme.

Fue tanto lo que ella insistió en que no había nada que fuera ni bueno ni malo, ni admirable ni despreciable que me dejó sumida en la más profunda indiferencia.

La cosa fue seria, porque afectó mis estudios y mi carácter. Saber algo no tenía sentido. La única verdad posible yo ya la conocía, había que ser abierto de mente. Mejorar el carácter, tampoco. Mi hermano era ponderado y mi hermana tenía buen genio, pero para qué iba yo a esforzarme por imitarlos si al final ¡todos éramos iguales!

Mi situación iba de mal en peor hasta que mi mamá entendió que era urgente dar un vuelco en los principios rectores de mi educación. “Mire linda -me dijo- una cosa es que usted sea abierta de mente, y otra muy distinta que no tenga ni Dios ni ley. Así es que borrón y cuenta nueva y vamos a ponernos a educarla en serio”. Así fue como se evitó la catástrofe.

Pero el recuerdo entrañable de esos años en que mi sentido de autocrítica era igual a cero y en que lo único que obnubilaba mi inteligencia era mi propia sabiduría, me obliga hoy a manifestar toda mi comprensión por los abiertos de mente, también por los que practican alguna forma de maltrato e incluso por los que lo hacen en mi blog.

Es cierto que el hecho de ser abierto de mente no lleva de modo necesario a cultivar el bullying como forma de trato social. Una cosa es ser un perfecto apático -un plasta- y otra distinta divertirse a costa del maltrato ajeno. También es cierto que para llegar desde un extremo al otro hay que pasar por varios estadios intermedios. Pero el fanático no es otra cosa que una mutación absolutamente predecible del abierto de mente. Que los extremos se encuentran no es ninguna idea muy original.

Y aunque la figura del abierto de mente me resulte simpática por la solidaridad que demuestra con cualquier minoría que abogue por sus derechos particulares, me preocupa un poco su impaciencia con gente que pone en entredicho la idea de la que él es parásito; es una idea demasiado funcional, y en este sentido se comprende que se vaya de hacha contra el que la cuestiona. Pero a fin de cuentas, también tiene que respetar a la gente común y corriente… como yo.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Son moralmente lícitas las huelgas de hambre? (Tribuna El Mercurio, 17 Septiembre, Joaquín García Huidobro)

En la lucha política tradicional, el destinatario de los ataques era siempre el adversario. Si la cosa pasaba a mayores, entonces la política se transformaba en guerra, pero se mantenía la idea de que el receptor del ataque era siempre el adversario. Esta lógica cambia con las huelgas de hambre. Aquí el primer daño lo sufre uno mismo, lo que les da una enorme grandeza.
La huelga de hambre de los mapuches, como la reciente de Guillermo Fariñas en Cuba o la del irlandés Bobby Sands, participa de esa grandeza. Sin embargo, no sólo podemos preguntarnos por el coraje que esconden. Hay una pregunta menos clamorosa, pero más importante: ¿Son esas huelgas moralmente lícitas? ¿Basta con que uno tenga un motivo noble para que su huelga de hambre esté justificada?

Nos referimos a las huelgas de hambre en sentido estricto, donde uno está dispuesto a morir si no se accede a sus demandas, no a los ayunos políticos de protesta, más o menos prolongados. La diferencia es muy relevante, porque en las huelgas de hambre estamos hablando de suicidio. Y no de una simple amenaza de suicidio, porque en ellas se ejecutan uno por uno los actos que llevan a la muerte. Es, por decirlo así, un suicidio gradual, que tiene la peculiaridad de que puede ser interrumpido, pero eso no cambia su carácter: también tiene un propósito homicida quien encierra a una persona y la deja morir de hambre, aunque mientras esa muerte no se produzca el homicida tiene la posibilidad de arrepentirse.

La huelga de hambre implica una intención suicida condicional: “Si realizas tal cosa entonces suspendo mi proceso suicida”. La estructura es semejante a la que emplea el asaltante que dice (en serio) “la bolsa o la vida”. Él preferiría que le dieran la bolsa por las buenas, pero si no se la entregan está dispuesto a matar. Naturalmente, la analogía se refiere sólo a la condicionalidad de la amenaza, porque los motivos de la huelga de hambre son infinitamente superiores a los de un delincuente.

La huelga de hambre es mala por muchas de las razones que hacen que el suicidio (consciente y libremente elegido) sea malo. Para Wittgenstein, que estuvo asediado muchas veces por la tentación de quitarse la vida, el suicidio es el acto inmoral por excelencia: “Si el suicidio está permitido, entonces todo está permitido”, decía. El huelguista instrumentaliza su vida como un simple medio para otra cosa.

Algunos, sin embargo, objetan que los huelguistas de hambre no deben ser asimilados a los suicidas, sino a los héroes o a los mártires. ¿No hizo lo mismo Eric Gutiérrez, que hace unos días, en Curicó, salvó a unos niños que estaban sacando un volantín de la línea férrea, pero, al hacerlo, fue succionado por el tren y falleció? El parecido entre este héroe y los huelguistas es sólo aparente y se resuelve respondiendo a una pregunta: ¿Qué hacía Eric? Salvar la vida de dos niños. ¿Qué hacen los huelguistas? Llevar a cabo una serie de acciones (mejor dicho “omisiones”) que los llevarán a darse la muerte. El conseguir justicia para el pueblo mapuche no es “lo que” hacen, sino el “para qué” lo hacen. A Eric lo mató el tren. A los huelguistas, si mueren (confiamos en que prime la sensatez y se resuelva pacíficamente este drama), no los mata nadie: se matan ellos mismos.

Quedan, además, dos preguntas importantes, que no responderé. ¿Hay otras razones que llevan a que la huelga de hambre sea moralmente ilícita, aunque admiremos la firmeza de carácter de los huelguistas? ¿No es una forma indebida de apremio, como la que hace un padre ante su hijo drogadicto cuando le dice “si no dejas la droga me suicido”? La otra pregunta es: si bien todas las huelgas de hambre son ilícitas, ¿es lícito forzar a los huelguistas a alimentarse, como cuando la policía sujeta al suicida que está a punto de arrojarse de un alto edificio?

lunes, 13 de septiembre de 2010

El conservador culposo del Bicentenario (publicado por El Mostrador)

El conservador del Bicentenario es un tipo bastante especial. Durante los últimos 20 años ha sufrido transformaciones tan significativas, que a veces es difícil reconocerlo. Se ha vuelto una especie de híbrido que Lavín llamaría ‘conservadorista-progresista’. Aunque es posible, también, que los cambios los haya sufrido el progresista. De todos modos, no creo que por ahora esté en riesgo de extinción, porque desde el punto de vista reproductivo suele ser bastante prolífico.

Para empezar, el conservador del Bicentenario es un personaje que tiene el SCC (síndrome del conservador culposo) y eso hace que sea difícil tomar en serio lo que dice: la convicción es siempre más persuasiva que el complejo de inferioridad.

La cosa es que el conservador en su versión 2010 se siente culpable de ser lo que es, y por eso toma los piropos que recibe del mundo progresista como si fueran ofensas. De ahí que se disculpe, por ejemplo, cuando le dicen que sus costumbres y su moral son las de la elite, como si fuera mejor tener las del lumpen. De ahí también que se defienda cuando lo llaman conservador como si se hubiera hecho referencia a su propia madre.

Pero hay que ser comprensivo con él. A fin de cuentas, el conservador tiene una idea bastante más exigente de lo que es ser bueno que la que tiene el progre; y por lo mismo, tiene más conciencia de sus culpas. Sabe- si se conoce un poco- que entre lo que cree y lo que hace hay un abismo profundo. El progre en cambio vive más relajado porque le basta con ser consecuente consigo mismo y por eso es natural que sea menos escrupuloso. No es lo mismo cargar con una culpa directa (como las que carga el conservador en su conciencia) que con la responsabilidad de lo que hicieron los españoles hace 200 años o la sociedad hace 100. En fin, valga esto como atenuante para él…

Quizá esto explique también por qué sea tan difícil el diálogo entre conservadores y progresistas, porque mientras los primeros están seguros de lo que creen, los segundos se sienten seguros de sí mismos: uno habla desde la verdad, el otro desde el Olimpo de su superioridad moral. Como decía mi hermano, que es un poco extremista: “El conservador cree que el progresista es tonto y el progresista piensa que el conservador es malo”. Es de esperar que esté equivocado, porque la maldad tiene remedio pero la tontera no.

El asunto es que el conservador Bicentenario es- además de acomplejado-absolutamente torpe en materia comunicacional, y ese es un lujo que no puede darse ninguno que tenga instinto de autoconservación. Es comprensible, porque el conservador tiende a dejarse absorber por su trabajo y mientras él hace cosas, el progre hace ‘gestos’. “Hacer las cosas con sentido de urgencia”, dirá el conservador. “Empatizar con la sensibilidad del pueblo”, dirá la progre. El patriotismo obliga a lo primero- es cierto- pero la astucia a lo segundo. Baste con analizar las encuestas para convencerse.

En todo caso, el conservador debiera sentirse más seguro de sí mismo. A fin de cuentas, es el progre el que ha tendido a conservadorizarse. Que Fidel diga que “el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros” es un síntoma. Pero eso no dispensa al conservador de un trabajo pendiente que es complejo (porque el progre es duro de cabeza): convencerlo de que su cosmovisión tampoco funciona. Y para eso, más autoestima y menos desprecio por los asesores de imagen.

domingo, 12 de septiembre de 2010

A Karem Acapi, comentarista de mi blog

Estimada Karem Acapi:

Hay cosas que callé por obvias, en mi mal titulado texto, Mapuches malcriados y que quisiera explicitar sólo en consideración a ti.

Para empezar. No discuto que la llamada ‘Pacificación de la Araucanía’ fue una masacre y un acto de despojo de los mapuches. Es un hecho histórico, pero que condicionó la situación actual de tu pueblo, que en la actualidad es de alta vulnerabilidad. Y eso- creo yo- merece atención especial del Gobierno.

Hay sin embargo, algunos puntos que yo quise destacar en esa columna, aparentemente escrita en un lenguaje demasiado sutil e irónico, dada la contingencia en medio de la cual fue escrita. Haré un esfuerzo por responderte sin utilizar esos recursos.

El problema, creo yo, tiene cuatro derivadas, y me interesaría saber cuál es tu manera aproximarte a ellas:

La primera tiene que ver con la pregunta acerca de si quemar casas o fundos para causar terror es o no un acto de terrorismo. La respuesta no puede ser una respuesta dada a partir de la situación de los mapuches, debe ser una respuesta general. Porque si decimos ‘no, no es un acto de terrorismo’, el día de mañana podemos tener a un grupo de nazis quemando Sinagogas o a un pastor haciendo quemas de libros sagrados… y habrá que tratarlos como a delincuentes comunes. A mi juicio estamos hablando de terrorismo; si viene de un grupo o de otro, da igual: es terrorismo y hay que sancionarlo como tal. No se trata de niñitos castigados porque el profesor les tiene mala, ya lo decía en mi texto anterior.

Por lo mismo, y esta es la segunda derivada, me parece inaceptable que el gobierno entre en diálogo con estos violentistas. Sí, esos a los que yo llamo malcriados por los métodos que utilizan para conseguir las cosas. Me parece que ellos no merecen ser interlocutores del problema mapuche. Perdieron ese derecho por los delitos que cometieron, y cualquier señal que dé el gobierno en sentido contrario me parece equivocada. Si lo piensas así, llamarlos malcriados es suave. Lo que no entiendo es por qué la mayoría, que muy probablemente se parece más a ti que a ellos, no condena de modo más enérgico las actitudes de los comuneros que hoy están en prisión. Eso reforzaría la causa que defienden, en mi opinión.

La tercera derivada del problema tiene que ver con lo que yo llamo privilegios o trato preferente. Creo que está demás decirlo, pero por si acaso: tener privilegios no es lo mismo que tener una vida privilegiada. Creo que los mapuches han sido objeto de tratos preferentes, no que hayan tenido una vida privilegiada. Tú me dices, en tu comentario, que no es así; que se trata de los mismos derechos que tienen todos los chilenos, pero que por razones políticas se les ha añadido el apellido ‘indígena’. Pues bien, es justamente esa estrategia política la que yo condeno. No objeto que se les concedan privilegios si viene al caso (de otra forma, yo tendría que quejarme porque no puedo postular a un subsidio habitacional), objeto más bien que eso se haga en razón de la etnia a la que pertenecen. Es una sutileza, lo sé, y abundar en este asunto me llevaría demasiado tiempo. Es justamente una de las cosas que quería discutir.

Para terminar, una pregunta que yo me hago y acerca de la cual no tengo todavía una posición asumida ¿Es moral utilizar una huelga de hambre como mecanismo de presión? La respuesta también debe ser única. Válida tanto si ella se realiza en el gobierno de Piñera o en el de Fidel. En principio, puedo decirte que me parece éticamente reprobable.

En fin, es todo lo que quería decirte, y para terminar, mil disculpas si te ofendí, nada más lejos de mis intenciones. Saludos,

Tere Marinovic

viernes, 10 de septiembre de 2010

Mapuches malcriados

“Una cucharadita por el papá…otra por la mamá…” La escena enternece, si no fuera porque el que sostiene la cuchara es Piñera y el que no quiere comer, un mapuche malcriado.

Sí, malcriado, porque se acostumbró a conseguir lo que quería de cualquier forma. Es bueno recordarlo: los mapuches en huelga son personas que han actuado al margen de la institucionalidad, por decir lo menos. Tomas ilegales y cuasi delitos de homicidio son algunos de los hechos que se les imputan. En fin, no son niñitos castigados porque el profesor les tiene mala.

No discuto su derecho a pedir que no se les aplique la justicia militar. Esto me parece razonable. Tampoco quiero estigmatizar a los mapuches en general (prefiero decirlo expresamente, antes de exponerme a todo tipo de ataques por la web). Pero esa no es razón que justifique la utilización de un mecanismo que se puede llamar, con todas las de la ley, manipulación. Sobre todo cuando ese mecanismo lo ejercen personas que han cometido delitos.

Lo extraño no es que ellos usen esas herramientas que están al margen de la ley: las han usado siempre a juzgar por la situación en que se encuentran; sino que el país entero esté de rodillas pidiéndoles que coman, cosa que yo no haría ni con mi hijo de tres, si para hacerlo el príncipe pusiera condiciones.

En fin, hay cosas que yo no entiendo, porque para mí hay sólo dos salidas: o se les obliga a comer, o simplemente se les permite ayunar. Tal como dice su abogado, es una protesta pacífica y éticamente debe ser respetada. De acuerdo, siempre y cuando después no se cargue a otros con las consecuencias del mecanismo de protesta que ellos quisieron utilizar. Pero jugar con ellos al avioncito, por ningún motivo.

Lo más insólito es que ahora los mañosos no son sólo un grupo de mapuches, sino 4 diputados de oposición. Sí, diputados, los mismos que hacen leyes. Es sabido que la conducta de los niños malcriados tiende a sentar precedente entre sus hermanos, pero uno espera que haya algunos que se comporten de modo más o menos sensato, sobre todo los que tienen obligación directa de conocer las reglas de la casa.

A veces, cuando los niños han sido mimados, pasan estas cosas. Y claro, los mapuches han sido objeto de tanto trato preferente que a algunos de ellos se desubicaron: justo los que han hecho las cosas de la manera que no debían. Sí, han tenido un trato preferente en lo que se refiere al otorgamiento de tierras, a becas de educación y hasta de consideración hacia su idioma en todos los servicios públicos.

Yo no tengo nada en contra del pueblo mapuche. Es verdad que su cultura me resulta lejana porque es un poco machista (mientras el hombre se prepara para la guerra, la mujer se lleva toda la carga del trabajo productivo). Es verdad también que son polígamos. Allá ellos con sus costumbres, pero nada justifica que se los trate con privilegios que no tenemos el resto de los chilenos.

Debo decir que hay entre los mapuches algunos que pertenecen, por razones de pobreza, de educación y de falta de oportunidades a los grupos más vulnerables de la sociedad. Y esto, evidentemente, justifica tratos excepcionales como los que tienen todos los chilenos que se encuentran en esa condición. El punto es que esa excepción debe hacerse en virtud de su vulnerabilidad no en virtud de la etnia a la que pertenecen.

martes, 7 de septiembre de 2010

El glamour llegó al Sernam (publicado por El Mostrador)

La Ministra Schmidt está entre los tres Ministros mejor evaluados del Gobierno. No me extraña, es la primera mujer del Sernam que no hace gala de todos los defectos que caracterizan a la feminista rabiosa.

Para empezar, es buenamoza, lo cual debería haber sido requisito sine qua non para dirigir esa cartera. Puede que yo sea frívola, pero si vamos a tener un Ministerio de la Mujer, cosa que ya es ridícula, lo menos que se puede pedir es que quien esté a su cargo sea una mujer atractiva que represente, si no lo que somos las mujeres, al menos lo que queremos ser.

Pero eso no es todo; además de buenamoza, los modales de la Ministra son suaves, nada que ver con los de las mujeres de la campaña ‘Maltrato Cero’ del Gobierno anterior, que deben haberle dado susto hasta a sus maridos, si es que lo tenían.

En una demostración de inteligencia, su discurso sobre la mujer no viene de la trinchera opuesta a la de los hombres. Muy por el contrario, sutilmente los llama a ellos a participar más del mundo de lo doméstico. Hace poco le oía decir: “la incorporación de la mujer al trabajo no ha sido como la del hombre al hogar”. Capaz que hasta convenza a algún hombre y que la famosa igualdad de oportunidades sea un hecho. Buena forma de ganar ventaja y de zafar también.

A diferencia de sus antecesoras, la Ministra no usa palabras exóticas del tipo ‘femicidio’; palabras que, dicho sea de paso, no son convenientes para el género. Ya veo que se empieza a hablar de ‘femi-choque’ para dar cuenta de esos roces sutiles que las mujeres solemos hacerle al auto; o de ‘femi-sobregiros’ para esos errores de cálculo que cometemos a veces al usar la tarjeta de crédito. Como no tiene complejo de inferioridad, la Ministra no pretende alcanzar objetivos a costa de ninguna forma de discriminación.

A veces uno quisiera que no fuera tan delicada y que tuviera menos consideración por la sensibilidad progre, pero no estoy segura de que no sea uno de ellos.

De lo contrario no habría pedido disculpas públicas por una minuta que decía obviedades sobre la sexualidad adolescente: que convenía promover la abstinencia sexual hasta el matrimonio (sí, sólo promover, nada de lapidar al que tome un camino diferente); abstinencia que, dicho sea de paso, resuelve varios de los problemas que enfrenta hoy ese grupo etario.

Si no fuera un poco progre, tampoco se habría escandalizado tanto con la otra minuta- la del Intendente- que decía otro par de obviedades sobre lo inapropiado y chocante que resulta ser atendido por una funcionaria pública disfrazada de femme fatale.

De todos modos creo que hay razones de peso para aprobar la gestión de la Ministra. Es cierto que se le oye hablar poco del problema de la natalidad, poco también de medidas concretas de fortalecimiento de la familia, pero es comprensible: está tan entusiasmada con el trabajo de la mujer que, en una de esas, no ha captado que ahí está la causa de los dos grandes problemas.

El gran error de este Gobierno (no de la Ministra, por supuesto), es que olvida que el pueblo chileno es mucho más conservador de lo que nos hizo creer la Concertación.

sábado, 4 de septiembre de 2010

El oprobio de ser empresario

Lo menos que se puede decir de la figura del empresario es que goza de poco prestigio social. Es obvio, cualquier crítica que se lance contra él es fácil y rentable porque toca al pequeño resentido que cada chileno lleva dentro de sí.

A mí- en cambio- el empresario me resulta simpático. No porque yo esté libre de la envidia, sino fundamentalmente por una cuestión práctica: no voy a morder la mano que me da de comer. Si emprender pasa a ser un oprobio social, capaz que en poco tiempo más muchos políticos e intelectuales nos veamos obligados a trabajar en serio, y eso yo no lo quiero para mí.

Además, el emprendedor es lo más parecido que existe a un súper héroe, porque eso de enfrentar a diario la burocracia estatal requiere de un valor y de una tenacidad que tienen pocos. Cualquiera que deba hacer una gestión simple que dependa de un servicio del Estado debe armarse de valor, porque sabe que puede ser víctima de las arbitrariedades más absurdas o, en el mejor de los casos, de la indolencia más exasperante de un empleado que no sabe bien ni para qué ni para quién trabaja. Pero el empresario debe enfrentar a este archienemigo a diario, y eso ya es suficiente para que esté en condiciones de exigir respeto de parte de sus compatriotas.

En todo caso, hay que reconocer que el empresario es un súper héroe un poco torpe, porque después de llenar de riqueza las arcas fiscales gracias a los impuestos que paga, después de dar empleo y ayudar con eso a que disminuya la pobreza y la delincuencia, acepta impertérrito que lo traten como al malo de la película.

No quiero restarle a Bachelet el crédito por eso de la ‘red de protección social’, pero ¿qué mérito se les concede a los empresarios que hacen posible, en buena parte, la existencia de esa especie de cama saltarina? Ninguno. Los dulces que caen de la piñata estatal no son como el maná, y dependen de que haya algunos que se dediquen a generar empleo y riqueza; y eso, lamento decirlo, es lo que hace el empresario.

Que hay empresarios explotadores y ladrones, puede ser; pero no veo de dónde sale la idea de que ellos tienen el monopolio de la maldad. Esto es tan absurdo que sólo puede tener su origen en alguno que no se conoce mucho a sí mismo. Es verdad que el afán de lucro puede a veces ser desmedido, como desmedido puede ser también el afán de poder o de reconocimiento social. En fin, no sé qué gremio puede considerarse libre de toda culpa.

Por eso, el único gran defecto que tiene la clase empresarial, y que lo tiene en exclusiva, es que no se preocupa de cuidar su imagen. Está tan acostumbrada a depender de su esfuerzo y no de su popularidad que no toma cartas en el asunto.

Poco importaría, si el desprestigio de ciertas actividades no tuviera costos sociales, pero los tiene. Nadie quiere ser profesor, ni nana, ni mamá que cuida a sus hijos; y no por falta de incentivos económicos, sino fundamentalmente porque en la escala social esas funciones ocupan los últimos lugares. Sería terrible si pasara lo mismo con los empresarios.

Gobierno y medios de comunicación no pueden dejar de considerar su responsabilidad en lo que se refiere a la instalación de ciertas ideas, que por lo demás son socialmente convenientes. Sobre todo teniendo a la vista que la mayor parte de los éxitos de la Concertación tiene que ver con esto, y no precisamente con la aplicación eficiente de políticas públicas.

De lo contrario, acabaré por pensar que un amigo mío tiene razón, cuando dice que la Derecha no tiene pensamiento.